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La transferencia en la experiencia analítica

por Liliana Goya

(Enseñanzas de la Clínica)

Comenzaré por el final de un Seminario de Lacan, el 11 (1964). Cito in extenso los párrafos dado que de otro modo es difícil captar el apólogo.

“¿Qué sucede cuando el sujeto comienza a hablar al analista? -al analista, ésto es, al sujeto que se supone saber, pero de quien se sabe que aún no sabe nada. Al analista se le ofrece algo que, necesariamente, cobra primero la forma de la demanda. (…) Pero ¿qué demanda el sujeto? Este es el meollo del asunto, pues el sujeto sabe muy bien que sean cuales fueren sus apetitos, sus necesidades, ninguno encontrará allí satisfacción- con mucho, tendrá la satisfacción de organizar su menú.

En la fábula que yo leía, de niño, en las imágenes de Epinal, el pobre mendigo se solaza con el aroma del asado en la puerta del restaurante. En este caso el aroma es ese menú, es decir, está hecho de significantes, ya que todo lo que se hace es hablar. Pero hay una complicación más -así empieza mi fábula- y es que el menú está en chino. Entonces, el primer tiempo consiste en pedir la traducción a la dueña. La dueña traduce -pasta imperial, arrollado primavera y otros platos más. Si es la primera vez que uno va a un restaurante chino, probablemente la traducción tampoco le diga mucho, y entonces, finalmente, uno le pide a la dueña -aconséjeme usted, lo cual quiere decir- ¿qué deseo yo de todo ésto?, a usted le toca saberlo.

Pero ¿ha de culminar en ésto, a fin de cuentas, una situación tan paradójica? Llegado el momento en que uno se acoge a un presunto poder adivinatorio de la dueña, cuya importancia ha ido aumentando a ojos vista, ¿no sería más adecuado, si el cuerpo lo pide y si el asunto presenta visos favorables, intentar pellizcarle un poquito los senos? Porque uno no va al restaurante chino tan sólo porque quiera comer, sino porque quiere comer en la dimensión de lo exótico. Si mi fábula tiene algún sentido, es porque el deseo alimentario y la alimentación tienen un sentido distinto. El deseo alimentario es aquí soporte y símbolo de la dimensión de lo sexual, la única que ha de ser rechazada del psiquismo. Subyacente aquí está la pulsión en su relación con el objeto parcial.

Pues bien, por paradójico, y hasta desenfadado, que les parezca este pequeño apólogo, da cuenta exactamente de lo que ocurre en la realidad del análisis. No basta con que el análisis sirva de soporte a la función de Tiresias, también es preciso, como dice Apollinaire, que tenga tetas. Quiero decir que la maniobra y la operación de la transferencia han de regularse de manera que se mantenga la distancia entre el punto donde el sujeto se ve a sí mismo amable y ese otro punto donde el sujeto se ve causado como falta por el objeto a y donde el objeto a viene a tapar la hiancia que constituye la división inaugural del sujeto.” (pág. 277/8)

Lacan se referirá en este último encuentro anual del seminario a la distancia máxima entre I y a, es decir, entre el lugar del objeto en el que el sujeto, al final del análisis, deberá reconocerse en tanto desecho, y el Ideal, ese punto desde donde desea verse amable. En este lugar coloca al analista y desde allí le dirige el amor en transferencia. Pero el arte del analista consiste en llevar al sujeto en análisis a posibilitar la transferencia en tanto deseo del analista como la máxima diferencia: allí es donde la transferencia se sitúa como el fenómeno nuevo respecto de la repetición que implica el amor como engaño, matriz de cierta relación al Otro.

Pero estamos hablando en términos ideales, o mejor dicho, el horizonte a tener en cuenta, al que hay que apuntar. ¿Qué sucede en la práctica efectiva? Para ello, para saber qué sucede y con qué fenómenos efectivamente nos encontramos, tenemos el espacio de discusión que se llama Enseñanzas de la Clínica, en tanto consideramos que debe ser un espacio de aprendizaje para los analistas.

En los años que integro la Coordinación de la misma, han sido varios los puntos que fueron expuestos en las Jornadas de Apertura de cada año y para ello remito a la audiencia a los trabajos presentados por todos los integrantes, entre cuyos temas estaban: las entrevistas preliminares, el diagnóstico diferencial, las fantasías infantiles, por nombrar algunos.

En cuanto a los relatos de casos presentados en la actividad mensual, tan diversos han sido como la práctica misma: neurosis, psicosis, perversión; tanto en adultos como en niños, y los temas han sido desde el comienzo, pasando por el recorrido hasta la finalización del tratamiento y los problemas con los que nos encontramos en ellos. Siempre la consigna es seleccionar un relato que presente algún problema para el psicoanálisis. Y la transferencia es un eje complejo, en tanto no siempre es fácil ubicar por ejemplo la serie en la que el sujeto coloca al analista, una vez que se le dirige y cómo leer en transferencia los efectos en tanto ese lugar está determinado por una matriz fantasmática. Si “el amor es efecto de transferencia en su faz de resistencia” como dice Lacan, a la vez el deseo del analista se enlaza al deseo del paciente. “Es lo que Freud -continúa-, con rápido juego de manos, presentó como un engañabobos cuando dijo, a fin de reconfortar a los colegas: después de todo, no es más que el deseo del paciente. Sí, es el deseo del paciente, pero en su encuentro con el deseo del analista.” (pág. 262). Aquí hace referencia Lacan a la situación comentada mucho antes en el Seminario acerca de Breuer con Anna O. “Por qué no considerar más bien el embarazo de Bertha, según mi fórmula el deseo del hombre es el deseo del otro, como la manifestación del deseo de Breuer?” (pág.164) puesto que el mismo Breuer como es sabido, embaraza a su mujer poco después de huir de dicho incidente en el tratamiento de Anna O.

Pero volvamos a nuestra más modesta experiencia. Como decía, si es necesario que aprendamos de los tratamientos fallidos, o mejor dicho los interrumpidos prematuramente, que no necesariamente son fallidos, en ellos estará implicado el analista, por lo tanto la transferencia. A la vez, en tanto muchos de los casos presentados son análisis en curso, otra cuestión a plantear es aquélla que se refiere a lo que hace posible esa continuidad. A veces verificamos que no es fácil decidir si lo que hace permanecer a un sujeto en un tratamiento es efectivamente que funciona, ¿funciona en tanto psicoanálisis? ¿Se orienta al saber, en dirección al deseo? (con toda la complejidad que ésto implica), ¿o hay más de comodidad, de lo que efectivamente hace en análisis para no enterarse de ello? Sin entrar ahora en consideraciones acerca de las interpretaciones y cuáles son las que consideraríamos efectivas, sólo diré que una de las maneras de calibrarlo es con las asociaciones consiguientes a cada intervención.

Otro de los temas debatidos es si nos extraviamos a la hora de considerar coyunturas sociológicas como parte de la lógica del caso, cuando la desestimación freudiana de tales factores debería alertarnos desde un principio. Asimismo, en ocasiones asistimos a la persistencia de cierta reserva de los analistas a la hora de diagnosticar, por ejemplo una perversión, como si aún persistiera cierto dejo de prejuicio en la utilización del término. El debate merece atención a mi juicio.

Freud se interroga en “Análisis terminable e interminable” acerca de las razones de que un tratamiento se prolongue en el tiempo. Una de las cuestiones que me parecen fundamentales es que se interroga acerca de los límites del análisis. Si bien afirma que en esos últimos años (estamos en 1937 y ya han ocurrido muchas cosas, entre las fundamentales los nazis en Viena y su propia enfermedad terminal), muchos análisis a los que se ha dedicado han sido los didácticos, en los otros se ha fijado como meta “un agotamiento radical de las posibilidades de enfermedad y una alteración profunda de la persona”. Objetivos éstos de los cuales él mismo dará las razones que lo imposibilitan. “Durante el trabajo analítico no hay impresión más fuerte de las resistencias que la de una fuerza que se defiende por todos los medios contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento. A una parte de esa fuerza la hemos individualizado como conciencia de culpa y necesidad de castigo (…) derivadas de la pulsión de muerte” (pág.244, tomo 23).

También se referirá más de una vez a Ferenczi, (aunque una de ellas sin nombrarlo) citando un texto de este analista presentado en 1927, “El problema de la terminación de los análisis”, donde se refiere a “la pericia del analista”. Freud alude a las dificultades de la transferencia negativa y el reproche de Ferenczi de no haberlo analizado hasta el final. Le reconoce irónicamente acentuar en el texto lo “decisivo de que el analista haya aprendido bastante de sus propios “yerros y errores” y cobrado imperio sobre los “puntos débiles de su propia personalidad” -el entrecomillado es de Freud- (…) No sólo la complexión yoica del paciente: también la peculiaridad del analista demanda su lugar entre los factores que influyen sobre las perspectivas de la cura analítica y dificultan ésta tal como lo hacen las resistencias” (pág.249). A mi modo de ver, adelantaba el acento lacaniano puesto en la resistencia del analista, a la vez que rescata el estilo.

Volviendo al tema de los límites de la cura analítica, Freud insistirá sobre la diferencia entre la posición masculina y la femenina. Para el hombre “la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre”, en definitiva, la castración. Y para la mujer, “la envidia del pene -el positivo querer alcanzar la posesión de un genital masculino-”. Y si bien afirma que puede sustituirse en el deseo de hijo, refiere que en algunos casos dicho empeño es tan tenaz que esa posición no declina en esa sustitución, sino que puede persistir toda la vida. “En ningún momento del trabajo analítico se padece más bajo el sentimiento opresivo de un empeño que se repite infructuosamente, bajo la sospecha de “predicar en el vacío”, que cuando se quiere mover a las mujeres a resignar su deseo del pene por irrealizable, y cuando se pretende convencer a los hombres de que una actitud pasiva frente al varón no siempre tiene el significado de una castración y es indispensable en muchos vínculos de la vida. De la sobrecompensación desafiante del varón deriva una de las más fuertes resistencias transferenciales. El hombre no quiere someterse a un sustituto del padre, no quiere estar obligado a agradecerle, y por eso no quiere aceptar del médico la curación. No puede establecerse una transferencia análoga desde el deseo de pene en la mujer; en cambio, de esa fuente provienen estallidos de depresión grave, por la certeza interior de que la cura analítica no servirá para nada y de que no es posible obtener remedio. No se le hará injusticia si se advierte que la esperanza de recibir, empero, el órgano masculino que echa de menos dolidamente fue el motivo más intenso que la esforzó a la cura.” A ésto llamará la “roca de base” de la neurosis. La “desautorización de la feminidad” es lo que luego hallaremos traducido por Lacan en términos de “el Otro sexo”, inquietante y rechazado tanto para mujeres como para varones. Algunos casos presentados en “Enseñanzas de la Clínica” podrían leerse en esta dirección.

Finalizaré con la frase de Freud: “Nos consolamos con la seguridad de haber ofrecido al analizado toda la incitación posible para reexaminar y variar su actitud frente a él” (se refiere al rechazo de la feminidad). La inquietud que nos queda es si efectivamente hemos hecho todo lo necesario para ello, en tanto siempre digo que lo que uno verifica cada vez es que la transferencia es un fenómeno muy curioso, que provoca toda clase de efectos.

Y como comencé aludiendo al final de un seminario de Lacan, ahora me volveré con una reflexión que Freud le escribía a Fliess en los tempranos 1900 en referencia a un paciente: “Comienzo a comprender que el carácter en apariencia interminable de la cura es algo acorde a ley y depende de la transferencia.(…) En mis manos estaba continuar la cura, pero vislumbré que ése es un compromiso entre salud y enfermedad , compromiso que los propios enfermos desean, y por eso mismo el médico no debe entrar en él. La conclusión asintótica de la cura a mí me resulta en esencia indiferente; decepciona más bien a los profanos”.

Liliana Goya.

Marzo de 2018.-

Nota: Enseñanzas de la Clínica es una actividad mensual, cerrada a miembros y alumnos de 2° y 3° año del Programa de Estudios Analíticos Integrales que soliciten participar. Se realiza los 3° martes de cada mes a las 20hs.

Los integrantes de la Coordinación Permanente son: Alicia Alonso, Liliana Goya, Eduardo Romero, Mónica Sevilla, Emilio Vaschetto. El Asesor es Graciela Avram.

 

 
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