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Lecturas Críticas

Psicoanálisis en España (1893-1968)

Los médicos de la mente

 

Comentario de Alicia Alonso

I

 

El martes 22 de marzo, en el Centro Descartes, Elena Levy Yeyati y Germán García conversaron acerca de una serie de temas de actualidad para el psicoanálisis, a partir de los desarrollos de dos libros editados en España. El primero, Los médicos de la mente: Lafora, Garma y Vallejo Nágera –de la neurología al psicoanálisis, escrito por Rafael Huertas García-Alejo; el segundo, Psicoanálisis en España, 1893-1968, escrito por Francisco Carles Egea, Isabel Muñoz González y Carmen Llor Moreno, con la colaboración de Pedro Marset.

 

La Dra. Elena Levy Yeyati, coordinadora del Círculo de Actualización en Psiquatría, del Centro Descartes, comenzó su comentario con la presentación de Rafael Huertas. “Médico, especialista en historia, dedicado principalmente a la historia de la psiquiatría española y francesa, así como a temas vinculados con la Salud Pública. Este libro, una de sus últimas publicaciones, reseña a lo largo de 120 páginas la polifacética actividad de tres médicos españoles que tienen en común, además del contexto de la Guerra Civil y la posguerra, haber realizado una estancia en Alemania luego de recibidos. Valllejo Nágera, psiquiatra y militar, permanece en España, convirtiéndose en el psiquiatra franquista por excelencia; Rodríguez Lafora, investigador en neurobiología, alumno de Cajal y Alzheimer, debido a su posición antifranquista se exiliará en México durante doce años; y Ángel Garma, médico liberal, formado en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, luego de pasar dos años en Francia, residirá durante el resto de su vida en Buenos Aires”. El libro, a través de estas historias –explica Levy Yeyati–, va delinenado la creación de una serie de instituciones del ámbito de la psiquiatría. Algunas de raigambre claramente republicana, como, por ejemplo, las que surgen de la generación de 1916, a la que pertenece Rodríguez Lafora, quien funda la Asociación Española de Neuropsiquiatría y su órgano de difusión: Archivos de Neurobiología. “Por el contrario, Vallejo Nágera, militar y monárquico, será un conspicuo representante de la psiquiatría franquista imperante en los años de la dictadura y resultará, a partir de 1947, el primer académico de psiquiatría en la Universidad”. Las enseñanzas epistémicas, políticas y asociativas de Rodríguez Lafora –observa Yeyati, siguiendo el desarrollo de Los médicos de la mente–, son actualmente valores reconocidos por el movimiento psiquiátrico progresista que, de hecho, ha reeditado la Fundación Archivos de Neurobiología. En cambio, Vallejo Nágera, oscuro personaje del que poco se ha escrito, es un agente decidido de la aplicación de los métodos de la psiquiatría al control social. Es curioso –subraya–, que el libro incluya a Ángel Garma, miembro de la Asociación Psicoanalítica Alemana, puesto que, además de pertenecer a una generación distinta, sólo ejerció como psicoanalista en España durante cuatro años. En 1936 se exilia, para no volver a residir allí nunca más. ¿Acaso su influencia es comparable a la de los otros dos médicos? Es de destacar –continúa el comentario, a partir de la afirmación anterior–, que aunque se lo reconozca como un referente importante, la resistencia al psicoanálisis en España no será vencida por los artículos que Ángel Garma publica en Archivos, desde el extranjero, ni por el puñado de psiquiatras que tuvo ocasión de analizar durante su breve estancia en Madrid. En cuanto a la historiografía de la psiquiatría, Elena Levy Yeyati recuerda que en la revista Vertex, en un número dedicado al tema, Rafael Huertas y Fuentenebro de Diego publican un artículo que presenta un notable y extenso programa bibliográfico: “Historia de la psiquiatría en Europa. Modos de hacer historia de la psiquiatría”. “Allí podemos leer, siguiendo a Berrios y Porter, editores de la revista History of Psychiatry, una interesante descripción de las dos grandes corrientes vigentes en la historiografía actual. Una corriente internalista, que toma en consideración los desarrollos clínicos para una historia conceptual de los síntomas, síndromes y enfermedades y otra, externalista, aplicada a la reflexión, social y política de las instituciones y discursos. Esta división, algo arbitraria, no excluye puentes y conexiones entre ambas corrientes”. En este sentido, Yeyati sitúa la publicación mencionada como un ejemplo de dicha posición. Los médicos de la mente se inscribe en un enfoque externalista, contextualizando la historia social de los saberes y de los hombres que son sus agentes. Con respecto a este tema, una de las cuestiones de interés para el psicoanálisis, señalada por Germán García en su intervención, es la intención de precisar, en una investigación, de qué manera un concepto llega a instalarse en una cultura, en un lugar. Por ejemplo, a propósito del concepto de autismo, recuerda que fue Jung quien le dijo a Freud que los suizos no soportaban la palabra autoerotismo. Efectivamente, ese dato que pareciera no tener ninguna relación con el concepto, lo descubre inventado en función de los prejuicios de una población. Por esta razón, lo que ahí interesa –continúa el comentario, subrayando el señalamiento anterior–, es que justamente, tanto las intenciones como las condiciones por las cuales algo es creado, nada dicen sobre la verdad de eso mismo. “Evidentemente, es posible afirmar que hay tradiciones, y que las personas crean tradiciones. Jacques-Alain Miller sostiene esta posición creacionista, en el sentido lacaniano, a partir de la idea de que el psicoanálisis, al crear sus condiciones externas, define sus condiciones internas. En consecuencia, no se puede medir una sin la otra. El uso táctico que cada quien hace del psicoanálisis es una respuesta a las condiciones internas. El psicoanálisis, en cada ciudad, en cada lugar, dependió de distintas personas. Esto quiere decir, en otras palabras, que hay una cuestión que incluye a la gente”. Algunos historiadores –continúa, desarrollando el tema–, ponen primero la institución, y después ubican a la gente que surge de dicha institución, pero resulta que hay decisiones y, muchas veces, las decisiones que alguien tomó modificaron la estructura de una institución. La pregunta a dónde nos conduce, a partir de aquí, la intervención de Germán García es de qué manera es posible hacer una historia del psicoanálisis. Obviamente –afirma–, hay historias, pero la pregunta se refiere a la historia como tal, en el sentido de la pretensión, y posibilidad, de entender la articulación de una verdad. Cuando Freud plantea la cuestión de la verdad material y la verdad histórica –el comentario sitúa, de esta manera, dos conceptos fundamentales–, y llama verdad histórica al deseo, es porque considera que está relacionado con un punto de la fantasía, a partir de la cual los agentes actuaron. Me parece que la verdad material, en términos freudianos, y ahí está el problema, está más en la retórica que en los conceptos. Aunque, como diría Sigmund Freud una vez que algo está escrito, por ejemplo, una determinada fecha o hecho, a partir de ahí, pertenece a la verdad material, en el sentido de que está escrito”.

 

II

 

Psicoanálisis en España , 1893-1968, si bien pertenece a varios autores, se basa en una tesis de Francisco Carles. La fecha, temprana, alude a que simultáneamente, tanto en Granada como en Barcelona, comenzaron a traducir artículos de Sigmund Freud. El libro, una historia ilustrativa de las vicisitudes del psicoanálisis desde las primeras décadas del siglo, realiza una introducción y luego señala de qué manera se sucedieron los hechos y los nombres propios en la difusión del psicoanálisis. Sin pasar por alto que el psicoanálisis no se confunde con la psicología, la medicina ni la psiquiatría, las batallas del análisis laico muestran los discursos implícitos en el contexto que determina su producción. El libro ilustra las paradojas de la apropiación del psicoanálisis, y su estatuto, en las coordenadas de los intereses de la psiquiatría y la medicina. El desarrollo y difusión del psicoanálisis en España sitúa, nuevamente, la pregunta acerca de qué pertenencias y adscripciones supone su transmisión.

 

Los autores incluyen las investigaciones, e hipótesis, que Germán García realizara sobre el tema, ordenando parte del material del libro a partir de una serie de referencias puntuales a varias de sus publicaciones. La primera, transcribe la crítica de García a la posición jugada por Ortega y Gasset, por ejemplo, en su artículo “Psicoanálisis, ciencia problemática”, publicado en el año 1911, para subrayar que Ortega: “Utiliza ciertos términos para combatirlos”. La referencia hace alusión a que Ortega y Gasset, simultáneamente, a la vez que hacía traducir las Obras Completas de Sigmund Freud, obstaculizaba la difusión del psicoanálisis. Cito, a continuación, el párrafo publicado en Oscar Masotta y el psicoanálisis en castellano, párrafo que Psicoanálisis en España refiere: “Desde Ortega y Gasset uno de los alrededores del psicoanálisis fue el discurso de la filosofía –en particular, el fenomenológico– que se empeñó en una antropología médica. El psicoanálisis caía demasiado bien a la cultura española, –y no a la psiquiatría española, aclara García– por eso era necesario introducir la biología para garantizar que no se estaba extendiendo una cierta mística. Pero esa biología, que debía dar un sustrato material equivalente al de las ciencias físicas, terminará por reducirse a una dogmática del cerebro y a un fantaseo sobre el cuerpo bajo el apelativo de psicosomático. En este sentido –explican Carles, Muñoz y Llor, a partir de la cita de referencia–, para García no se trata de que el psicoanálisis en España no existió sino que desapareció. Por lo tanto, para no descuidar un itinerario que es inevitablemente sinuoso, se hace indispensable tomar como punto de partida otra observación, también publicada en Oscar Masotta y el psicoanálisis en castellano, cito: “Si la lectura de los introductores de Freud determinó el desarrollo del psicoanálisis, será necesario hacer la historia de las primeras posiciones”. Ahora bien –comenta García, dejando en evidencia el uso político de las citas que hacía Sigmund Freud–: “¿Por qué Freud, en su historia del movimiento psicoanalítico, no registra ese trabajo de Ortega?”. Suponiendo que no lo conociera, no podía ignorar que detrás de Lopez Ballesteros, al que cita, se encuentra Ortega y Gasset y el grupo de intelectuales españoles que buscaban en la cultura alemana un soporte para su discusión con la cultura francesa, por otra parte –continúa el comentario–, la edición del primer tomo que Sigmund Freud leyó estaba prologada por Ortega y Gasset. “¿Acaso la posición, un poco marginal, que Freud tenía con respecto a la cultura alemana, le hacía sospechar de las buenas relaciones de los españoles con la misma? Es posible –afirma. Freud cita a Marañon, famoso en ese momento, pero ajeno al psicoanálisis y a las posibilidades de propagación que busca, esto hace suponer que no deseaba respaldar a intelectuales y filósofos en un país donde había fuertes autoridades médicas que le daban la espalda”. Efectivamente, en consonancia con esta afirmación, los autores de Psicoanálisis en España observan que Ortega no estableció una línea de comunicación abierta y directa con el psicoanálisis, si bien estaba en condiciones de hacerlo. Su discurso, si hubiese sido más objetivo, habría oficiado como una excelente motivación intelectual, sin embargo, la lectura de su ensayo –“Psicoanálisis, ciencia problemática”–, da la sensación de que el psicoanálisis no es una ciencia problemática sino una ciencia imposible e inútil. La autoridad entre la intelectualidad española que Ortega tenía en esa época, y la buena documentación que manejaba, impidieron toda réplica, nadie en España sintió el deseo o la curiosidad, o tuvo la posibilidad de leer a Freud.

 

La otra referencia interesante, que el libro incluye a partir de un artículo escrito por Germán García, está relacionada con Ramón y Cajal. Me refiero al trabajo publicado por primera vez en el año 1981, “Psicoanálisis: ¡Fuera de España!”. En dicho texto podemos leer, cito: “Santiago Ramón y Cajal habla de un período de investigación (1884/87) pasado en Valencia. Una de sus distracciones consistía en experimentar, junto a sus amigos, la verdad de las teorías de Charcot, Liébeault, Bernheim, etcétera. Sin creer en los resultados consiguen realizar partos sin dolores, suprimir algunas parálisis crónicas de origen histérico, devolver el apetito a ciertos enfermos mentales, producir por hipnosis un pasaje inmediato de la tristeza a la alegría, etcétera. (...) sin embargo habla del ‘... estupor al reconocer la realidad de fenómenos de automatismo cerebral, estimados hasta entonces como farsas y trampantojos de magnetizadores de circo; y (la) decepción dolorosa al considerar que el tan decantado cerebro humano, la obra maestra de la creación, adolece del enorme defecto de la sugestibilidad’”. El estupor del sabio –subraya “Psicoanálisis: ¡Fuera de España!”–, es la respuesta a este poder del lenguaje. No se trata entonces de un desconocimiento, Cajal se da cuenta de la potencia del lenguaje y, dogmáticamente, decide que hay que excluirla. El chiste, para Lacan –continúa García–, es que el lenguaje produce algo real. El lenguaje no es, solamente, una etiqueta. Ramón y Cajal se da cuenta, pero decide que el cerebro no puede someterse y apela, al establecer la comparación con la religión, a la liberación que, supuestamente, el despertar científico de la humanidad produciría.

 

III

 

Por último, otro punto que no debería descuidarse, surge de la conversación convocada en el marco de Lecturas Críticas, retomando lo desarrollado en El psicoanálisis y los debates culturales: ejemplos argentinos. El tema está relacionado con la afirmación de Vallejo Nágera cuando señala con prejuicio y asombro, de un modo similar a Ortega, que el avance de la psicoterapia, y su vulgarización, aprovechados extra científicamente, han producido el surgimiento de una nueva profesión, la de psicoanalista. En este sentido, se puede decir –comenta Germán García–, que el psicoanalista, como un practicante de lo simbólico, en el sentido levistraussiano, existía antes que el psicoanálisis pero, una vez que el psicoanálisis existió, los que se quedaron con el psicoanálisis, no se pusieron a hacerlo existir sino que se empeñaron en quedarse con el psicoanálisis. Es de destacar que esta situación, que el comentario tan bien describe, no es ajena a la actualidad del psicoanálisis. Vale aquí, entonces, la referencia a un artículo escrito y publicado en el año 1983. Me refiero a “Un fantasma recorre España”, un texto repleto de referencias y descripciones sobre el tema, donde Germán García formula la situación con claridad. Cito: “Quienes deseen trabajar en el campo del psicoanálisis no podrán sustraerse a la necesidad de fundar ese mismo campo, como una condición para evitar la distorsión introducida por la derivación vertical como regulación de la economía de los analistas. (...) La autorización por adscripción a una genealogía fantástica, la autorización por la sugestión de relaciónes prestigiosas y la autorización mediante la titulación extra analítica no resuelve el problema”. Masotta –recuerda García, articulando en su comentario, lo sucedido en España con su experiencia en la Argentina–, logra su operación porque el significante psicoanalista es más que el significante psicólogo, por dicha razón su propuesta congrega. “Pero, una vez que eso sucede, los psicólogos deberían hacer existir el psicoanálisis, sin embargo no es así. Parecen no poder estar a la altura de esa tarea. Es un observable. Retroceden ante la angustia que les provoca: no parecen históricamente capacitados, tampoco parecen tener los medios para hacer existir el psicoanálisis como psicoanalistas, por fuera de cierto aparato sanitario o universitario. Y la prueba es que quienes lo hacen existir son personajes un poco ajenos a esos dispositivos”. Psicoanálisis en España no desconoce esta cuestión, y sus efectos, en el campo de la psiquiatría, razón por la cual, en uno de sus párrafos, explica que una aceptación íntegra del psicoanálisis, requería colocarse en otra dimensión, sus argumentos se expresaban en un lenguaje distinto al de la ciencia. Evidentemente, pasarse a las filas psicoanalíticas tenía todas las características de una conversión. Había que hacer un acto de fe y los psiquiatras españoles optaron por enriquecerse con sus aportaciones pero no consintieron en la doctrina.

 

Efectivamente –afirma García–, no consintieron en la doctrina que los hubiera obligado a cambiar su propio lenguaje. No se trata entonces de establecer si los conceptos son malos o buenos, sino de un rechazo –subraya Levy Yeyati: si los psiquiatras adoptaban esa doctrina, terminaban perdiendo los conceptos que los situaban socialmente. En este sentido –describe García–, es posible observar que es esa fisura, un cierto decalage, entre la conceptualización de la experiencia y la experiencia, la hiancia donde se filtran los intereses profesionales. De esta manera –continúa el comentario–, observamos que si alguien es psiquiatra, dirá que no se puede practicar el psicoanálisis sin un conocimiento de la biología, si es psicólogo, dirá que no se puede practicar el psicoanálisis sin un conocimiento de la sociedad y las investigaciones y, si es médico, hará otro tanto con la psicosomática. Ahora bien, avanzando un poco más –formula una pregunta, y promueve el debate: ¿se trata de tres convencimientos producidos por el dolor de la experiencia cotidiana, o son tres posiciones a priori tomadas por la inserción profesional de los actores? Y, si efectivamente son las dos cosas, ¿cuál determina a cuál? ¿Cómo interectúan? A partir de los años ’30 –precisa el comentario–, en España, el paradigma imperante contemplaba las aplicaciones del psicoanálisis al servicio de la educación del pueblo español, situando a la Iglesia como enemiga. En una entrevista, en el año ‘72, Ángel Garma cuenta que la resistencia al psicoanálisis provenía de la psiquiatría española, razón por la cual, en la Argentina, tuvo cuidado de no repetir lo que había sido un error de estrategia. Vino con esa idea y por eso digo, subraya García, “que Garma fracasó”. Estaba en España y se va a Berlín a estudiar, en cinco años publica una serie de artículos pero la cosa no va. Sólo logra tener como pacientes a antiguos compañeros de la residencia. Garma se va de España antes de la Guerra Civil, viaja a Francia y ahí conoce a Cárcamo. Lo primero que le pregunta, según el Prólogo que escribe la viuda de Cárcamo en sus escritos, es si se puede hacer psicoanálisis en Argentina. Llega entonces a la Argentina en el año 1942, publica un libro de psicoanálisis que subtitula Presente y perspectivas y, de entrada, dice que el psicoanálisis “como bien lo había dicho Sigmund Freud”, no requería que sus practicantes fueran médicos, sin embargo, un párrafo después afirma que, evidentemente, para practicarlo, hay que ser médico. A partir de ahí, Garma incluye en su libro el programa del Instituto de Nueva York. Destaquemos –continúa García– que dicho Instituto, cuatro años atrás, había modificado sus estatutos para no dejar entrar a Caroline Newton, quien se había analizado con Freud, porque no era médica. Ahora bien, eso es lo que Garma impone aquí. En España promovía el programa del Instituto de Berlín y defendía la posición laica, porque estaba atado a la autoridad de Freud, en la Argentina promueve el programa del Instituto de Nueva York, porque lo colocaba a la par de su gente. “Siempre es muy interesante observar mediante qué operaciones una persona hace una tradición. Y no hay que olvidar que Garma hizo una tradición”. Por ejemplo, muchos psicoanalistas, en nuestro país, siguen tomando sus vacaciones en febrero porque él así lo hacía. De esta manera, no sólo delimita las diferencias entre psiquiatría y psicoanálisis sino, también, sus relaciones. “¿Por qué Ángel Garma no trajo el programa del Instituto de Berlín a la Argentina?”. Tanto esta, como las anteriores preguntas, van hilvanando un tema de investigación, y su tratamiento. Sería interesante –propone Germán García– actualizarnos sobre el curso de estas cuestiones en la Argentina. Por ejemplo, analizar qué papel jugaron los filósofos, privilegiar el análisis del tipo de discurso que tanto ellos, como otros, hicieron. Analizar qué conceptos promovieron, de qué manera, para no caer en hagiografías –esas historias de santos que, si bien son importantes, no son lo fundamental.

 

 

 

El libro fue editado por el Servicio de Documentación y Publicaciones de la ciudad de Madrid y por Nivola Libros y Ediciones, Tres Cantos, ambas ediciones son del año 2002.

Autor, entre otros libros, de Locura y degeneración; Organizar y persuadir: Estrategias profesionales y retóricas de la medicina mental española (1879-1936) ; compilador de Historia de la Psiquiatría en Europa. Su simpatía con el psicoanálisis, comenta el Dr. Emilio Vaschetto –vicepresidente de Capítulo de Epistemología e Historia de la Psiquiatría, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos y miembro del Centro Descartes–, testimonia un compromiso de trabajo conjunto cristalizado en su último libro, editado con J. M. Alvarez y F. Sauvagnat, Los fundamentos de la psicopatología.

El libro fue editado por la Asociación Española de Neuropsiquiatría, AEN, en el año 2000, en Madrid.

Rafael Huertas es miembro de distintas asociaciones de Historia de la Psiquiatría, amigo y colaborador de Capítulo de Epistemología e Historia de la Psiquiatría, de la Asociación de Psiquiatras Argentinos. El 27 y 28 de noviembre, de 2004, invitado por el Dr. Juan Carlos Stagnaro, estuvo presente en la ciudad de Buenos Aires, participando en el “V Encuentro de Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis” en la Facultad de Psicología (UBA). Esta serie de encuentros nuclea a universidades, grupos e investigadores privados. En esta ultima ocasión contó con las presencias de Horacio Etchegoyen, Rafael Huertas y, como invitado especial, el Centro Descartes (expusieron sus trabajos: Graciela Musachi, Marcelo Izaguirre y Alicia Alonso).

Vertex, número 55, Polemos, Buenos Aires, 2004.

Este texto, recuerda Levy Yeyati, forma parte de la Introducción al libro Historia de la Psiquiatría en Europa.

Germán García, Oscar Masotta y el psicoanálisis en castellano, Argonauta, Barcelona, 1980. En el libro, Germán García escribe: “¿Qué quiere Ortega y Gasset de Freud? Ciertos términos para combatir otros, un discurso para educar a los españoles y hacerles cambiar ciertos hábitos sociales, valiéndose de la sugestión de la palabra ciencia”.

Germán García, Oscar Masotta y el psicoanálisis en castellano, Argonauta, Barcelona, 1980.

Elvira Guilanyá, en el año 1984, toma estas hipótesis de Germán García, así como los textos que el mismo cita, en la redacción de su artículo: “Datos para una historia”, Otium diagonal, relación periódica del psicoanálisis de España, Nº 8, diciembre, 1984.

Germán García, Oscar Masotta y el psicoanálisis en castellano, Argonauta, Barcelona, 1980.

Germán García, Psicoanálisis dicho de otra manera, Pretextos, Barcelona, 1983; este artículo, “Psicoanálisis: ¡Fuera de España!” fue publicado en la revista El viejo topo, número 62, 1981. Asimismo, puede leerse la entrevista: “¿Qué pasa con el psicoanálisis en España?”, publicada en la revista de Universidad Central, Barcelona, Claraboia, número 5, 1983.

Germán García, El psicoanálisis y los debates culturales: ejemplos argentinos, Paidós, Buenos Aires, 2005. Investigación que cuenta con el apoyo y auspicio de la Beca Guggenheim, otorgada a Germán García en el año 2004. En el mes de enero, 2005, tuvimos ocasión de compartir un adelanto de los temas investigados en el curso breve que, bajo el mismo título, dictara en el Centro Descartes.

Miquel Bassols, “Buenos Aires: III Encuentro Internacional del Campo Freudiano”, Otium diagonal, relación periódica del psicoanálisis de España, Nº 8, diciembre, 1984. En dicho artículo, Bassols escribe: “¿Por qué acudir a esta historia, escrita por Germán García?”, refiriéndose a La entrada del Psicoanálisis en la Argentina, “Porque algo se repite sin decirse, porque eso que se repite no es ajeno a la actualidad del psicoanálisis...”.

Germán García, “Un fantasma recorre España”, Otium diagonal, relación periódica del psicoanálisis de España, Nº 1, marzo, 1983. Tanto este, como los otros artículos y textos citados, pueden consultarse en la Biblioteca del Centro Descartes.

Entre estos, en 1930, en Archivos de Neurobiología aparece el artículo de Ángel Garma titulado “Cómo se estudia el psicoanálisis”.

Psicoanálisis en España incluye la referencia a lo sucedido con Margarita Steinbach, una psicoanalista alemana, miembro no médico, quien había sido designada por el Instituto de Berlín para difundir el psicoanálisis en Madrid y formar un movimiento psicoanalítico.

 

 

 

 
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