Vigencia de “El mito individual del neurótico” y la función del símbolo
Liliana Goya
En 1952 Lacan pronuncia su conferencia “El mito individual del neurótico” en el Colegio filosófico de Francia. Retornar sobre esa conferencia hoy tiene el mérito, inicialmente, de percibir el modo en el que Lacan intenta trasmitir a un auditorio que no es el de los psicoanalistas, algo del psicoanálisis tan esencial como aquél de las relaciones del neurótico con los lazos primordiales de su entorno. De qué modo un sujeto arma su matriz fantasmática y cómo ello estructura su psiquismo. Se trata de captar, como siempre, el modo en que Lacan desmenuza en sus elementos esenciales, discretos, lo que compone el guión fantasmático de la neurosis, que “se presenta como un pequeño drama, una gesta”. Por qué eso debe enunciarse bajo la forma de un mito? Porque precisamente en tanto función de verdad, el mito vehiculiza esa verdad que no es posible de decir de otro modo. El mito tiene por función dar forma a una verdad que de otro modo no podría ser captada. No es el contenido del mito lo esencial, sino que se trata de dar forma trasmisible a una verdad, aunque sea bajo el modo fantaseado.
En la discusión que mantiene Lacan con Mircea Eliade, dos años más tarde, en ocasión de la ponencia de Lacan en un Congreso de psicología religiosa, nos da la pauta de cuán a menudo la etnología y la antropología pueden extraviarse, dando por equivalentes la función de la palabra y del símbolo (aunque estén implicadas) y de qué modo la definición de “primitivismo” esconde no sólo un prejuicio, sino un desconocimiento acerca de la función del símbolo en el hombre.
En 1956, luego de una ponencia de Levi-Strauss sobre “Las relaciones entre la mitología y el ritual”, y a propósito de una pregunta de Lacan, éste le responde, entre otras cosas: “Ud. habló recién del significante y de lo imposible; si el ritual no produce resultado, es preciso concluir de ello que consiste en pseudogestos ejecutados, no en razón de un resultado concreto, sino más bien porque son un apoyo de significación”.
Finalmente, en 1959, en ocasión de la muerte de Ernst Jones, Lacan volverá sobre la cuestión del simbolismo y a ubicar allí la cuestión del significante como esencial: “la única noción que permite concebir el simbolismo del falo, y es la particularidad de su función como significante” (…) “Por falta de este paso, no llega (Jones) a formular lo que la interpretación analítica hace sin embargo casi evidente, y es que la relación de lo real con lo pensado no es la del significado con el significante, y la primacía que lo real tiene sobre lo pensado se invierte del significante al significado. Lo cual se superpone a lo que pasa en verdad en el lenguaje donde los efectos de significado son creados por las permutaciones del significante.” Vemos entonces que las funciones de permutación del significante y la primacía de lo simbólico como función formadora del sujeto son lo que a Lacan le continúan preocupando.
Así como en el Congreso de psicología religiosa Lacan apelaba a San Juan de la Cruz para ejemplificar que hay una evasión del mundo del símbolo, veinte años más tarde, en “Aún”, volverá a la experiencia mística para tratar acerca de la función del Otro goce, como aquello que viene a objetar el todo del goce fálico. Qué se mantiene del simbolismo en ese trayecto?
Bibliografía
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LACAN, J.: “El Seminario”. Tomo XX. Bs.As. 1984.
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JUNG, C.G.: “Simbología del espíritu”. FCE. Mexico. 1994.
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WARBURG, A.: “El ritual de la serpiente”. Sexto Piso. Madrid. 2008.
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