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José M. Aricó – La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América Latina, Siglo XXI Editores Argentina, Colección metamorfosis, Bs. As., 2005.

Cap. 1 - Algunas consideraciones preliminares

Apartado 2

(...)

Una dificultad se desprende el origen político, antes que académico, de tal difusión. Podría afirmar, sin temor a equivocarme al respecto, que la primera tentativa en cierto modo “orgánica” de incorporación del pensamiento de Gramsci a la cultura política de izquierda surgió en el interior del Partido Comunista argentino. Formó parte de una propuesta, nunca claramente explicitada, de renovación ideológica y cultural, que encontró en Agosti su más inteligente y autorizado impulsor.

Pensador y ensayista de prestigio entre la intelectualidad tradicional, miembro conspicuo del grupo dirigente del comunismo argentino, Héctor P. Agosti fue de hecho en los años cincuenta el punto de agregación de un movimiento intelectual tendencialmente gramsciano. Los avatares de la formación y expansión de este movimiento, sus conflictivas relaciones con las direcciones partidarias que bloqueaban por temor cualquier tipo de circulación de ideas, su marginación del más mínimo poder de decisión aun sobre asuntos referidos al propio campo de trabajo, su enfrentamiento y ruptura con el comunismo en los años sesenta, las nuevas publicaciones y empresas culturales y políticas que contribuyó a generar, su fragmentación y dispersión ulterior; en fin, toda esa compleja trama de un debate ideal y político que condujo a la ruptura de una vinculación histórica entre intelectuales radicalizados y Partido Comunista, fue el terreno fértil en el que se introdujo y echó raíces el pensamiento de Gramsci y al cual las iluminaciones del pensador italiano contribuyeron a darle un perfil propio.

Cap. 2 El Gramsci de los comunistas argentinos

(...)

Si pudimos leer esos textos del modo abusivamente analógico en que lo hicimos, si buscamos en el filón gramsciano del marxismo europeo lo que estábamos convencidos del que el nuestro no podía darnos, es porque la sociedad misma formulaba preguntas a las que nos sentíamos incapacitados de responder, aunque evocaban problemas de algún modo aproximables a aquellos con lo que se había enfrentado Gramsci en sus reflexiones de la cárcel. Pero no fuimos sólo nosotros, intelectuales comunistas, quienes nos vimos impelidos a indagar en dimensiones culturales que no eran las propias de un camino de aproximación.

Muchos otros también lo hicieron y otros fueron sus modelos. Los intelectuales democráticos que animaron la experiencia de Contorno, para dar un ejemplo emblemático, encontraron en un Sartre apropiado con inteligencia y pasión un sustento acaso decisivo para su reexamen de la literatura argentina en su vinculación con una realidad histórica que era afectada en su interpretación tradicional. Un camino, por tanto, que desde la crítica literaria habría de llevarlos finalmente a la crítica política y a la izquierda. Este itinerario estuvo vedado para nosotros, obligados como estábamos a pensar en el interior de una estrecha y empobrecida cultura marxista-leninista. El encuentro con Gramsci fue, por esto, casi un hecho necesario, un tránsito obligado para poder repensar desde el interior de esa tradición, aunque cuestionándola, una realidad nacional a la que la caída del peronismo colocaba bajo una nueva faz, enigmática y prometedora.

Cap. 3 La experiencia de Pasado y Presente

(...)

Esta convicción, que nosotros elevamos a principios arquimédicos para la elaboración de las hipótesis de trabajo, surgió del modo en que considerábamos las raíces del marxismo y de la influencia que ejercían sobre nosotros otros filones de la cultura europea a los que tuvimos acceso por razones del todo ocasionales debidas a historias personales de los miembros del grupo, pero que nos hablan de las virtualidades de los viajes, de los efectos fecundos de los cruces de culturas. Estuvimos así en condiciones de recibir y de analizar a partir del marxismo corrientes tales como el existencialismo sartreano y la fenomenología de Hussserl, Claude Levi-Strauss y el estructuralismo, Braudel y la nueva historia, y hasta las corrientes modernas del psicoanálisis que giraban en torno de un sol apenas conocido por estas tierras: Jacques Lacan, sin comprometernos con ningún ismo. (...) Es verdad que estas nuevas corrientes del saber despertaron el interés de muchos intelectuales de formación marxista y que otras revistas de izquierda publicaron trabajos dedicados a analizarlas. En este sentido podríamos hablar de una suerte de “espíritu de la época” fácil de advertir en todas esas publicaciones. Pero lo insólito en nuestro caso era el hecho de que pudiéramos sustentar una amplitud de intereses y un desenfado ante la cultura “burguesa” que no era común. Para citar un solo ejemplo, el último número de la primera serie, de septiembre de 1965, incorporaba un artículo de Oscar Masotta sobre Lacan, tal vez el primero en su género que se publicaba en español, con un texto de Héctor Schmucler en que enjuicia la literatura a través de Rayuela y el análisis del conflicto de los obreros de la empresa Fiat de Córdoba. La encuesta obrera de Marx, junto a Lacan, Prebisch y Cortázar...

La profundidad de esa ruptura –histórica en la medida en que acabó con una alianza de más de tres décadas- puede medirse si se recuerda que aun en los inicios de los sesenta la actitud frente al Partido Comunista era el punto obligado de referencia de todo intelectual de izquierda que se planteara el problema crucial de su vinculación con la política. Son muy ilustrativas de esta atmósfera ideológica las reflexiones autobiográficas de una figura emblemática de esa intelectualidad como fue Masotta: “ Reaparecían entonces para mí las cuestiones fundamentales que ciñen la vida del intelectual contemporáneo: la política y el Saber (...). Con respecto a la primera, diré que el problema de la militancia, al menos en la Argentina, aparece intocado. La cuestión fundamental está en pie. ¿Debe o no un intelectual marxista afiliarse al Partido Comunista? Yo no me he afiliado: primero, porque los cuadros culturales del partido no resistirían mis objeciones intelectuales, mis intereses teóricos. El psicoanálisis, por ejemplo. Y en segundo lugar porque hasta la fecha disiento con los análisis y con las posiciones concretas del PC. Por estas razones no me he afiliado, y no sé si lo haré algún día. Pero respeto a quienes lo hacen o lo han hecho. Pero además, ¿dónde militar? ¿Con qué grupos trabajar? ¿Qué hacer? (Oscar Masotta, “Roberto Arlt, yo mismo”, incluido en Conciencia y estructura, Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1969, p. 188; las reflexiones fueron hechas en 1965). Poco tiempo después dudo que muchos se hubieran planteado del mismo modo el dilema de Masotta respecto de los comunistas.

“En la década del 50 –recuerda uno de los miembros del grupo- la influencia de Sartre y de su ¿Qué es la literatura? Provocó el primer intento –sobre todos los integrantes de la revista Contorno, entre quienes me contaba- de vincular la literatura con la realidad histórica. Aunque sus logros fueron contradictorios e inconsecuentes, de todos modos marcó una etapa de la que surgirían los trabajos de David Viñas sobre literatura argentina y realidad política, de Oscar Masotta sobre Arlt, de Prieto sobre literatura autobiográfica, y el mío propio sobre Martínez Estrada (...) (Juan José Sebreli, El riesgo del pensar. Ensayos 1950-1984, Buenos Aires, Sudamericana, 1984,pp.173-174 y 166)

 

 

 
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