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Roberto Jacoby, “Vanguardia y comunicación” en el libro Oscar Masotta. Lecturas críticas. Atuel / Anáfora, 2000, Buenos Aires, Argentina.

(…)
(…) La mayor parte de la crítica moderna y de los catálogos de arte contemporáneo funcionan con este esquema: mostrar de qué modo tal pintor realiza o ejemplifica determinada teoría.
Oscar hacía exactamente o contrario, partía de conocer las obras, se sumergía en el conocimiento de todas las obras del momento. Era una tarea de investigación, que profesaba sin tratar de acomodar una realidad a una teoría sino explorando ambas de una manera más o menos fresca –obviamente con un bagage teóricamente importante, no era virgen-. Se informaba con rigor extremo, minucioso, obsesivo acerca de lo que se estaba haciendo y contra lo que dicen quienes lo tildaban de extranjerizante, etc., empezó por los argentinos. Visitaba los talleres de los artistas, conocía sus obras en detalla, conversaba con ellos, cosa que hoy rara vez sucede. Tenía un conocimiento pormenorizado de lo que se estaba haciendo en otros países del mundo, se compraba o “robaba” o conseguía o lo que fuera, todas las revistas, todos los libros y con referencias exhaustivas iba avanzando de bibliografía en bibliografía para ir completando una especie de red de conocimientos y de autores que abarcaban un espectro vasto, los filósofos y críticos franceses, italianos, americanos, ingleses, desde las corrientes que tenían que ver con los estudios renacentistas hasta a crítica más contemporánea, los estudios lingüísticos, psicoanalíticos, semiológicos, literarios, sociológicos.
Era realmente enciclopédico en su vocación de lograr un sustento informativo para lo que iba trabajando. Su libro sobre el arte pop en Argentina muestra claramente cómo la obras lo llevan a poner en crisis las teorías. Los productos y las experiencias prácticas estéticas lo llevaban a repensar los caminos de la teoría en vez de cerrar el sentido de las obras a partir de una concepción determinada.
Como procedimiento intelectual estaba en las antípodas de lo que ocurre hoy. Daba el privilegio al suceder, a la cosa que aparece, a la emergencia y en esto consistía su vanguardismo, en no estar capturado por la teoría, en sumergirse en fenómenos que no están explicados previamente porque exigen que se repiensen a partir de ellos. Eso es una de las grandes lecciones que ha dejado Masotta en cuanto a los procedimientos.
Lo segundo que quería señalar es que no trabajaba con matrices teóricas fijas de esas que se usan tanto para un barrido como para un fregado, sino que construía sus aproximaciones teóricas como un bricollage, como una especie de patchwork. (…)
Pero basta leer conciencia y estructura, para ver un panorama bastante más complejo de una época donde pensar la cultura contemporánea era una tarea solitaria y de avanzada.
Quizás fue por eso que las obras y el pensamiento de Oscar pudieron ser escandalosamente plagiadas y exportadas. Por ejemplo la obra que el define como una muestra de “sadismo social explicitado” –contrató una serie de personas del sindicato de extras y los sometió como objetos de la representación en el Instituto Di Tella, pagándoles el mismo sueldo que tendrían que cobrar por planilla de sindicato- fue reproducida en forma casi literal por otro argentino que expuso una familia en el mismo Di Tella repitiendo que les pagaba el mismo sueldo que ganarían con su trabajo normal. Esta última obra sigue circulando por los museos del mundo ante el total silencio de los historiadores del arte.
Pero más que la fotocopia de sus obras sorprende la copia teórica. Masotta escribe una conferencia que se llama Después del pop nosotros desmaterializamos, cuyo título u conceptualización fue reproducida por Lucy Lippard, quien se tornó en una de las críticas más famosas de Estados Unidos a raíz de este libro llamado Desmaterialización del objeto de arte del ´66 al ’72.
Como ven es un poco largo para comentarlo aquí, pero el plagio es absolutamente obvio pues ella cuenta que vino a la Argentina en 1968, que quedó impresionada por el arte en Argentina, y jamás menciona a Masotta, que ya había dado y publicado su conferencia ene. Di Tella con el título que Lippard apropia. Ella publica un artículo sobre ese tema un año más tarde y el libro varios años después. No sólo es ostensible el plagio sino que hasta hay zonas del texto donde la autora tematiza la cuestión del robo de ideas, como una suerte de burla secreta.
Lippard es una de las críticas más renombradas del arte conceptual del mundo, es reconocida como la forjadora de este concepto de la desmaterialización del arte gracias a un desfalco. Masotta es otro tipo de intelectual: señala como su fuente de inspiración a un artista de la revolución rusa, Eleazar Lissitsky cuyos textos conoció a partir de un artículo de la New Lefil Review donde hacía una secuencia de la progresiva desmaterialización de los medios de comunicación. (…)

 

 
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