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German García
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Entrevista a Juan D. Nasio. Realizada por Silvia Yabcowski, París octubre de 1986. Publicada en La noche inconsciente –Paladium, primer y único número, Buenos Aires, 20 de noviembre de 1986; y un fragmento en Oscar Masotta. El revés de la trama., Atuel / Anáfora, 1999.

(…)

J.D.N. - Bueno, en esa época, al descubrir que Althusser habla de un tal Lacan, quise entonces estudiarlo con alguien y hacer un grupo de trabajo. En aquella época los grupos de estudio eran pagos en la Argentina.
S.Y. - ¿Cómo hoy?
J.D.N. – Como hoy en Argentina y de modo muy distinto en Francia, donde no se paga ninguna enseñanza. Fue así que yo llamé a César Liendo un psicoanalista que citaba algunos textos lacanianos en uno de sus artículos. Me acuerdo que me contestó en el teléfono: “Mire, yo no me intereso más en Lacan, pero estuve trabajando con un tal Masotta, Oscar Masotta, por qué no lo contacta”. Esto era en marzo del ’67. Así supe que este señor Masotta había dictado en el año ’64 una conferencia sobre Lacan en la escuela de Pichon Riviere. En realidad el texto de aquella exposición será el primer texto lacaniano en Argentina, luego publicado en la revista Pasado y Presente.
S.Y. - ¿Y entonces?
J.D.N. – Entonces lo llamo a Masotta. Nos damos una cita en la calle Tucumán entre Viamonte y …
S.Y. –No, son calles paralelas.
J.D.N. – Es cierto. Entre Maipú y Esmeralda, en una especie de último piso, de departamento que tenía. Un lugar muy lindo, lleno de libros, pero no como usted imagina el escritorio de Bachelar o Dumezil, seres inundados por miles de libros…No, no, ese era un ambiente de libros, pero al mismo tiempo de vida…había afiches, la casa deshecha… no era el atelier de una rata de biblioteca. Y su personaje mismo lo confirmaba. Masotta estaba bronceado, con una camisa abierta, muy estilo play boy.

(…)

S.Y. - ¿Y qué pasó?
J.D.N. – Finalmente, luego de pensarlo e interesado en tener un grupo de estudio bien pago, aceptó mi proposición a condición que yo llevara otras cuatro personas.
S.Y. - ¿Las consiguió?
J.D.N. – No logré encontrar a nadie, fue él quien finalmente consiguió dos personas.
Resultaron ser dos amigos de él: un psiquiatra que se llamaba Peyceré y un escritor que cuyo nombre no me acuerdo. Así se formó el primer grupo de estudio de Lacan en Argentina. Me gustaría que subraye esta precisión, porque en cierto modo ello muestra hasta qué punto fui yo mismo -sin saberlo- quien despertó a Masotta de un sueño, de una noche de latencia si usted prefiere.
S.Y. - ¿Y cómo empezaron a trabajar?
J.D.N. – Nos reunimos los cuatro ya habiendo fijado los honorarios y lo primero que Masotta nos anuncia es la necesidad por empezar a estudiar Freud. Ahí empecé a ver cómo funcionaba Masotta. Desde el momento en que se comprometía a hacer algo, lo tomaba con extrema seriedad y mucho rigor. De hecho leímos muy poco Freud y enseguida comenzamos con textos de Lacan o comentaristas lacanianos.

(…)

S.Y. - ¿Y qué relación había entre Masotta y usted?
J.D.N. – Poco a poco entramos en una relación de amistad muy grande, a fines del ’67, principios del ’68. La amistad con Masotta será siempre la de alguien mayor que yo, no un padre, más bien un hermano. Éramos amigos pero no éramos iguales. En esa época yo era un poco el delfín, el alumno preferido (luego fueron otros), con quien Masotta comenzaba a tener proyectos en común. Uno de ellos fue la publicación de autores franceses. El primer libro que sacamos se llama El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo. Fue publicado en julio del ’69 en Nueva Visión con un prólogo de Masotta y una advertencia firmada por los dos lo cual fue un gesto de amistad hacia mí y de reconocimiento de mi entusiasmo. Allí hay muchos artículos sacados de Tiempos Modernos (que él conocía muy bien a raíz de su anterior orientación sartreana).
S.Y. - ¿Y qué pasó después?
J.D.N. – Ocurrió entonces una cosa muy interesante. Yo voy a la biblioteca de la facultad de Medicina, la biblioteca de graduados en el cuarto piso, pido el boletín de Psicología, y allí me encuentro con que estaba publicado el resumen de Pontalis de otro seminario, El deseo y su interpretación. Arranqué las hojas del boletín y lleno de entusiasmo me fui corriendo a lo de Masotta gritando: “¡Conseguí otro seminario de Lacan!” ¡Estábamos tan contentos que hasta lo festejamos!
S. Y. - ¡Qué épocas de euforia!
J.D.N. – Sí, pero ese fue también el primer motivo de una cierta disensión entre los dos, porque Masotta se apropia de ese material. Yo lo sentía un poco mío por haberlo descubierto… la cuestión es que me lo saca de las manos, y se lo comió, lo leyó día y noche, sobre todo a la noche porque era noctámbulo, y en tres días no sólo lo conocía perfectamente, sino que quería también publicarlo sin darme la posibilidad de hacerlo juntos. Ese fue un gesto que no me gustó, sin embargo todo continuó muy bien hasta que a mí en junio del ’68 se me ocurrió irme a Francia.

(…)

S.Y. - ¿Tenían algún proyecto en esa época?
J.D.N. – Teníamos un proyecto muy importante: reunir el primer congreso lacaniano. No era un proyecto conmigo exclusivamente, sino con todos aquellos que participábamos en los grupos, y en particular con Mario Levin y Jorge Jinkis, que en ese momento eran los principales alumnos de Masotta. Poco a poco se iba agregando gente, ya no éramos 6 sino 10 o 12. En aquellos años había empezado a estudiar lingüística con Indart, que nos enseñaba Saussure a los lacanianos, y participó en el congresito…
S.Y. - ¡Se hizo al final!
J.D.N. – Sí, se realizó poco antes que viajara a Francia, yo me fui en agosto del ’69. Creo que el congreso fue en mayo del mismo año, me acuerdo que hacía frío. Lo hicimos en las afueras de Buenos Aires; en una casa de campo relativamente pobre, no se imagine algo lujoso.

(…)

S.Y. - ¿Cómo terminó la historia?
J.D.N. – Se me hizo una despedida, me vine y nos escribimos. Ahí surge nuestra ruptura, porque en las cartas me reclamaba y exigía que le enviara material en forma perentoria. La situación se degradó y luego dejamos de escribirnos. Hasta que un día muchos años después, en el ’76 creo me llama Lacan por teléfono a mi casa, solicitándome verme. Yo tenía una relación muy particular con Lacan, porque habíamos trabajado juntos durante muchos meses la revisión técnica de los Escritos en español. Voy a la casa y me pregunta; “¿Usted conoce a Masotta?” Bueno lea esto y dígame lo que piensa, ¡Masotta pretende presentar esto en el congreso y yo no estoy para nada de acuerdo!”
S.Y. - ¿Por qué Lacan no estaba de acuerdo?
J.D.N. – Necesité leerlo para darme cuenta que el texto habla muy poco de Lacan, casi no lo menciona; Masotta habla de él, de Pichon Riviere, y no sitúa a Lacan en el lugar de gran maestro. La cuestión es que a la semana siguiente me llama Simatos, el secretario de L’Ecole Freudienne y me pregunta mi opinión
S.Y. – Era complicado…
J.D.N. – Sí, porque era como si me pidiera que confirmara la mala calidad del texto. Finalmente Simatos intervino para apaciguar el enojo de Lacan; Masotta intervino en el congreso en una de las diferentes salas donde no había mucha gente, unas 50 personas entre las cuales estaba Safouan. Fue traducido por Rithée Cevasco y fue bien acogido. Ese día nos saludamos con Masotta en muy amigos, y ahí fue la última vez que lo vi. Luego de su muerte supe que había citado en un escrito suyo, un artículo mío, noticia que me emocionó.

 

 
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