Ricardo Piglia, “Improvisaciones sobre un tema de Oscar Masotta (Comentario a Roberto Arlt, yo mismo) en el libro Oscar Masotta. Lecturas Críticas. Atuel / Anáfora, 2000, Buenos Aires, Argentina.
No me he venido preparado para improvisar, como decía Macedonio, pero de todos modos intentaré, no se si improvisar, pero al menos recordar ante ustedes, lo que he pensado desde que leí Roberto Arlt, yo mismo, un texto de Masotta que admiro especialmente. Y lo primero que me impresionó en ese texto es naturalmente el modo en que Masotta se coloca frente a Arlt. Es una operación curiosa, porque no lee a Masotta en Arlt, sino que lee a Arlt en Masotta.
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Entonces digo que es una despedida de la locura como un fugar de marginalidad social, un lugar de corte y al mismo tiempo es una despedida de la literatura también como lugar de falsificación, o de actuación mejor, un lugar donde los sujetos hacen con el lenguaje algo que no debe ser hecho, que es creer en eso. Escapar de la locura es escapar de la ficción. Sartre dice también algo así: “Yo estaba loco. Creía en la literatura” (loco como Flaubert, loco como Lugones) y Masotta aquí, lúcido ya, en el presente, hace de Sartre y como él se pone a exigirle a la escritura que llegue a un punto que esté más allá de la ilusión, más allá de la ficción. Y ahí Arlt es el punto de fuga. Arlt es leído como alguien que escribe novelas para escapar de la literatura (es decir de la alienación de ser un escritor) para no ser un literato; como alguien que escribe de un modo tal que llega al límite y ese límite excede la ficción. Por eso lo mejor de Masotta, el momento más extraordinario de su libro sobre Arlt es el análisis del lugar del silencio en “Las fieras” pero ahí, como en su análisis también extraordinario del asesinato de la Bizca, “La plancha de metal”, Masotta lee como si fuera madame Bovary: No quiere creer en la ficción, quiere leer las palabras como si fueran lo real y encuentra entonces el silencio y el crimen, un fondo que parece estar más allá de las palabras. (Pero sabemos que el bovarismo es una de las formas que adquiere esa enfermedad que se toma a sí misma por la cura, como decía un austriaco). Por lo tanto Arlt es leído casi como lo real mismo, como si fuera un lugar de corte, cosa que es bastante cierta por otro lado, en el sentido que los usos del lenguaje que hay en Arlt, por momentos rompen con esa ilusión de buenas maneras, con la ficción decorativa y la finura típica de cierto estilo dominante en la novela argentina.
Entonces es una despedida, un testamento podríamos decir, es el año 1965 y Masotta dice: “de todo eso que yo estaba viviendo, me salvo la lectura”. Quiere decir, la lectura me salvó de la locura y me parece que esa relación entre locura y lectura es otra gran tradición de la novela, en esa tradición el que se vuelve loco es el que lee mucho, siempre ha habido una asociación que viene del Quijote naturalmente, el exceso de lectura, la creencia y la locura mientras que Masotta dice en cambio la lectura me saco de ahí y me tiró para otro lado: “estoy leyendo Freud”. Otra lectura en todo caso, lo lleva a otra realidad. Hay una suerte de bovarismo freudiano: el texto me salvo de la realidad dura y opaca de la chapa de metal. Por supuesto el movimiento de la confesión personal y de la autobiografía va a parar lógicamente a Freud, el sujeto que reconstruyó la tradición de la autobiografía. La interpretación de los sueños es un punto de viraje, estos movimientos de los que hablamos recién entre el sujeto que está hablando en el presente de ese otro que es el mismo, Freud complejiza y transforma la temporalidad entre el sujeto que supone que está en el presente y el otro, el del pasado, que no entiende, esa primera escisión, muy primaria, y que funda la tradición de la autobiografía, está puesta en juego de una manera muy productiva, desplazada y a la vez puesta en tiempo único por Freud cuando habla de sí mismo, esos textos extraordinarios, en el caso Signorelli, la monografía botánica.
“Estoy leyendo a Freud”, dice Masotta. Ese momento, febrero del año ’65, es clave, hace poco tiempo ha dado la primera conferencia sobre Lacan. Por lo tanto ese año es una despedida de lo que ha leído en el pasado (y del efecto de esas lecturas) y un anuncio de lo que se está leyendo en el presente (y nosotros conocemos ahora el efecto que produjeron esas lecturas). Está leyendo a Freud y Lacan. Y mira hacia atrás y se ve a sí mismo junto con Arlt, como diciendo me voy de ahí. Me voy de ahí haciendo este gesto, este texto que es al mismo tiempo muy arltiano, muy sartreano, muy autobiográfico, hablando de mí, de lo que yo hacía, de lo que he dejado de hacer porque ahora estoy interesado por otra cosa y el efecto, por supuesto, es extraordinario. Yo creo que es el ensayo más extraordinario que ha escrito Masotta, un texto de cruce, se parece a otros textos que tienen ese registro, por ejemplo el texto de Scott Fitzgerald, The Crack up, que es un relato autobiográfico de Fitzgerald también sobre la locura y la derrota, sobre el fracaso, del año ´35. Una confesión, se va a un motel, se escapa alcohólico y se pasa tres días ahí sin plata, se lava el único calzoncillo que tiene, el par de medias, está en el borde, piensa en sí mismo, en el que ha sido, en lo que era, un escritor único. “Roberto Arlt, yo mismo” tiene el mismo pathos pero claro, es más irónico (porque Masotta ya está leyendo a Freud y a Lacan). Me hace recordar también a algunos textos de John Berger, donde el crítico se pone a contar historias personales antes de referirse a un cuadro, o a su visita a una ciudad o a su lectura de texto. En un sentido ese texto de Masotta está conectado con una tradición de la crítica actual, rompe con el dilema que siempre ha preocupado a ciertos críticos que han querido hacer literatura, pero hacer literatura con la crítica no es escribir “literariamente” y, hacer estilo como quien dice, como ciertos críticos que practican un tipo de prosa, “elegante”, digamos, donde se exhibe el refinamiento del gusto de ese sujeto que escribe, un poco el toque Barthes, el crítico exhibe una cualidad, una distinción, que lo acerca a la literatura porque la práctica de la crítica esta definida básicamente por el refinamiento del estilo, el gusto refinado del que sabe elegir en el arsenal confuso de las mercancías el producto exclusivo que es su espejo. Acá es al revés, el que escribe se muestra vulgar, deliberadamente se pone en la posición antiliteraria y de ese modo, claro, se acerca a eso que podemos llamar literatura. A la vez Masotta pone la narración en el centro de la crítica, la autobiografía como retrato del crítico que no sabe (que no sabía entonces, pero ahora, en cambio…) establece así una tensión entre el texto y el sentido ligado a la creencia (y la crítica siempre trabaja la creencia), algo oscuro, que se ha perdido, que está y no está. Y me parece que esa tensión se define en el modo en que él se lee, lee su propia vida para hablar de Roberto Arlt, pero antes que nada habla de Arlt para decir algo sobre sí mismo. Todos los temas, digamos así, que elige para hablar de su vida, son temas arltianos, la locura, la relación con el dinero, con el modo de vestir, con los amigos traicionados, con el fracaso. Hay un momento fantástico en el texto, cuando Masotta, recuerda una foto en la que está vestido con un traje de Spinelli que le compró mendigando un poco a un compañero del secundario, y esa foto de sí mismo un poco disfrazado, haciendo de Marcelo Sánchez Sorondo como el mismo dice, que es un momento fantástico, la lectura de una foto que condense una red de sentido, que se parece mucho a la lectura que hace Masotta de la foto donde Arlt aparece vestido de árabe. En uno de sus viajes, Arlt va a Marruecos y se viste con una túnica pero se le ven los zapatos de Grimoldi, está disfrazado pero se le ven los zapatos de Grimaldi. Lo mismo se podría decir de esa foto, Masotta se mira a sí mismo disfrazado de hombre de clase alta, con ese traje elegante y entonces ve ahí, la misma indecisión, la misma representación, que percibe en la escena de Roberto Arlt. Posar, hacer como si, eso de Arlt lo ve en él, ve a Arlt en él.
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