José Sazbón, Historia y representación, Ediciones Universidad Nacional de Quilmes, Bs. As., 2002. Fragmento del apartado “Del lado de Borges”.
Borges declara
(…)
Las declaraciones de Borges no remiten más que a su fuente: se consumen y se las consume en el propio circuito de su emisión: su sentido, como el de los mitos lévistraussianos, es puramente diferencial en el seno de la estructura que los abarca; no comprometen al mundo: “conversan entre sí”.
Cuando ase algún tiempo y la interpretación del fenómeno se haya decantado, se verá, creo, el alcance de la última contribución borgeana a la teoría de los discursos y de la significación. El nivel en que ésta se sitúa deberá articularse, a su vez, con áreas diferentemente centradas y considerablemente distanciadas: en un polo deberán situarse algunas “teorías” literarias del propio Borges: la iniciativa del lector, su intervención soberana en el cierre de las formas (recordemos, p.ej., la estética de Herbert Quain), con su complementario opuesto: la finitud de los recursos poéticos y la redundancia de los arquetipos (recordemos el epígrafe de FitzGerald a Fervor de Buenos Aires). En el otro polo habrá que situar la experimentación activa con los códigos comunicacionales que atareó, en Buenos Aires, a los irónicos recreadores del happening (digamos: Oscar Masotta) en los años sesenta del Instituto Di Tella. Entre los dos extremos “sistemáticos” deberá existir un dilatado espacio para la parodia como gramática generativa de lenguajes solapados: la multiplicación de círculos hermenéuticos no será más que el índice exterior del progresivo empobrecimiento de la fórmula inicial (la “creación del autor”) y de la correlativa autonomía que adquieren los lenguajes segundos, hasta llegar a la autodesignación del código (precisamente el efecto-demostración de algunas experiencias de Masotta). La dimensión “genética”, por su parte, deberá dar cuenta de las condiciones que permitieron esas transiciones entre diferentes autonomías: pasaje de la productividad literaria a la productividad oral, pasaje del público especializado al público indiferenciado o “masificado” (digamos: del Borges de Sur al Borges de Gente, Siete Días o cualquier canal televisivo), pasaje del discurso “económico” (la célebre concisión del texto borgiano) al discurso como dispendio, etc. (quedando aún como problemáticas otras dimensiones históricas y biográficas, entre las cuales la manipulación política y el avance de la ceguera –respectivamente- no son nada relevantes).
Hasta tanto se efectúe ese necesario e iluminador trabajo analítico se puede arriesgar una hipótesis central y algunas subsidiarias. La primera podría formularse, a su vez, en paródicos términos borgianos: así como Borges, alguna vez, arriesgó “esta conjetura: Hitler quiere ser derrotado”, * del mismo modo (aunque con recursos más operativos y menos metafísicos), nos permitimos adelantar esta hipótesis: Borges quiere ser inmolado.
* “Anotación al 23 de agosto de 1944” (en Otras inquisiciones, 1952).
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