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Oscar Steimberg, “La obra de Masotta” en el libro Oscar Masotta. Lecturas críticas. Atuel / Anáfora, 2000, Buenos Aires, Argentina.

(…)
Para resumir lo de la relación, en el pensamiento de Masotta, entre las restricciones impuestas por la cultura y la acción individual: esas restricciones de género, de estilo, van a aparecer a partir de la percepción siempre de ese gesto individual que establece la ruptura. Se podría decir: se sostiene o se implica que no hay disolución de una instancia en la otra, como podría haber sido si uno tomara a un determinado artista como ejemplo de la corriente artística en la cual está inscripto. No aparecería la posibilidad, ni siquiera en el momento de la esquematización descriptiva, de esa disolución, ni la de una representación, útil en algún sentido, de una por la otra. Personalmente, no entiendo estar describiendo con esto una virtud de Masotta, pero sí un rasgo de una manera de existir en la cultura argentina y en relación consigo mismo. Creo que es en este sentido que en los momentos en que opta por entradas y por instrumentos analíticos relacionados con el estructuralismo, aplicados en los medios, critica trabajos de la época de Humberto Eco. En un famoso artículo sobre la historia de James Bond, Eco decía que no era reaccionaria porque el personaje estuviera al servicio de los grandes poderes políticos de Occidente ni porque los enemigos fueran de color amarillo, etc., sino porque era reaccionaria principalmente porque procedía por esquemas; que lo reaccionario era el procedimiento, que lógicamente permitía pensar en una sociedad hecha de enfrentamientos simples y enemigos indudables. Ante eso Masotta decía que no, que lo reaccionario de Jomes Bond eran los contenidos, lo que dice en relación con el lugar donde se escribe. No traigo esto para tomar partido, creo justamente que no se podría planteando la oposición con ese grado de esquematismo; lo traigo porque me parece representativo de un lugar de Masotta que insistió en ese y otros de sus momentos textuales. Se podría decir: entre el estilo y género (hablo de género discursivo y no de gender), Masotta va a elegir siempre el estilo como objeto de reflexión, de estudio, incluso como lugar de pelea. Los dispositivos de producción artística, y no los espacios sociales que están clasificados por las prácticas donde uno puede ir a buscar determinados tipos de textos. Y entonces se podría decir que su proyecto fue, en distintos momentos, el de una historia del arte perfilada como una historia de las políticas de expresión artística. Así, cuando editó en Nueva Visión una revista sobre historieta, de la que salieron tres famosos números y que tuvo un importante lugar internacional, la llamó Literatura dibujada, con poca atención a las denominaciones habituales al del lenguaje sobre el que estaba trabajando. Otro al que se le hubiere ocurrido ese nombre hubiera pensado un poco más: eso de mandar ese objeto al lugar nada menos que el de la literatura… Ahí no estaba solamente la cuestión de romper con una jerarquía de lenguajes y de géneros, de poner a la historieta en un lugar novedoso, elevado; no era solamente eso, era también negarse a darle a la historieta un lugar separado, diferente; de la historieta, lo que evidentemente le interesaba era cierto trabajo artístico… Y esto ocurría en el mismo momento en que aparecía en Paidós La historieta en el mundo moderno, donde él mismo reflexiona sobre el esquematismo en la historieta y define ciertos límites de ese lenguaje. La historieta, decía allí Masotta, de alguna manera debe ser esquemática en la medida en que asocia lenguajes diferentes y para ello debe establecer puentes y fijar propiedades. Es como si hubiera querido acentuar, en el título de una revista, el despegue con respecto a esa restricción…
También por entonces escribe el prólogo de dos libros emplazados en el campo de la literatura; uno de ellos era la Canción de Buenos Aires, de Leónidas Lamborghini. Allí decía Masotta que no había ninguna derrota de la literatura después de la experiencia de la relación entre arte y los medios. Se podría decir que estaba desadecuando el campo para la expectativa de aquellos que habían tomado en serio las ideas acerca de la muerte del libro o de la cultura… Otra seguridad tenía que caer, otra inclusión cultural o artística tenía que hacerse imposible.
Porque Masotta irritaba, también, por su cambios de frente. Como se puede, se dijo mucho de él, ser sartreano, después semiólogo (más o menos estructuralista), después lacaniano… Verón tomó el asunto en un artículo de los ´70: dijo allí que el interés por la conformación de una teoría del sujeto era lo que le había permitido a Masotta establecer el puente entre esos distintos momentos, y que eso era lo que había constituido una permanencia fundante en su pensamiento. Yo creo que es efectivamente así, y que se podría agregar que a la fuerza convocante esa estrategia de búsqueda se sumó entonces una elección de estilo: en la opción entre las instituciones y los textos que hace el campo de objetos de lenguaje y la instancia de su enunciación, Masotta eligió, de modo ya definitivamente más abarcativo y general, como había elegido siempre.

 

 
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