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El Arte del peligro

Cartas marcadas

"Hay tres maneras de ganar al póker, hijo, me sabía decir mi abuelo en los años de su vejez. Con mucho resto, sabiendo jugar muy bien, o con las cartas marcadas. Pero el resto, por grande que sea siempre termina por acabarse. Y por muy bien que uno juegue, siempre hay algún otro en este ancho mundo capaz de jugar mejor. Por lo tanto, el método más seguro es marcar las cartas. Así acostumbraba hablar mi abuelo en los años de su vejez, que fue muy larga.

"Mi abuelo sabía. Murió a los ochenta y dos años. Los mocovíes lo habían llamado padre."

Orden y azar

"Dejé el cubilete, retiré ciento veintiocho mil, y me fui para mi casa. En el trayecto pensé que el pase inglés no era mi juego; que el caos lo regía, y que esos dados moviéndose en el interior del cubilete y corriendo después sobre el paño verde de la mesa, dependían demasiado del azar. Yo deseaba un juego en el que hubiese un mínimo de orden, un juego en que el azar estuviese ya congelado de antemano, aunque yo desconociese su ordenación. Necesitaba un pasado ya hecho."

 

El futuro marcado

"Jugaba especialmente al punto y banca porque allí tenía a mi disposición un pasado hecho. Está bien que a veces se lo podía modificar, pero era un terreno más firme que la loca agitación de los dados en el interior del cubilete y su carrera ulterior, ciega y sin sentido hasta quedar inmóviles en algún punto del paño verde. Mi corazón se sacudía más que los dados cuando yo agitaba el cubilete y lo volcaba sobre la mesa. No se puede apostar al caos. Y no porque no se pueda ganar, sino porque no es uno el que gana, sino el caos el que consiente."

"He dicho que en el punto y banca yo tenía un pasado hecho. ¿No debí decir un futuro hecho?"

Pasado, presente y futuro: la suspensión del tiempo

"Cada pase era un presente, pero con el sabó puesto allí delante, en el centro de la mesa, también el pasado y el futuro estaban presente. Coexistían los tres. Estaban los tres juntos sobre la mesa." En la sucesión de los pases ("establezco -dice- un esquema ideal de acontecimientos"), cada pase era un presente conjugado simultáneamente con varios pasados objetivos, con varios futuros y con las modificaciones que se combinan cada vez en el presente. "Durante el juego pueden suceder cosas muy diferentes, dentro de cierta rigidez absoluta de posibilidades". Y entre las razones racionales que dan razón al por qué jugar al punto y banca, están, también, las irracionales: las emociones, pálpitos de cualquier índole, favores, deseos.

 

El deleite inmóvil de Delicia

En la ficción de este brillante relato en el que el lector también juega y se precipita con vértigo en las "apuestas" que llegan al borde mismo de perder todo y más de una vez lo traspasan, Sergio Escalante vive en un sosiego silencioso e inquietante.

El abuelo muere. Queda sólo en la casa vacía. A las horas nocturnas del juego le anteceden, por la tarde, las de lecturas y escritura. El azar entromete una mujer en su vida, Delicia, la sirvienta virtuosa por su sosiego, su silencio y su entrega. Las letras del abecedario (las primeras letras que Escalante le enseña a escribir), el juego de cartas francesas (que Escalante le enseña a jugar, cuando ya no muestra interés por las lecciones de lectura y escritura) se van entremezclando, en los momentos de tranquilos desasosiegos, con los tiempos de espera. La espera, para obtener el dinero y jugar. Delicia lo acompaña cediéndole sus mensualidades. Ella también apuesta y confía.

Este circuito cerrado (la casa-el juego-los ensayos que escribe y relee-la presencia/ausencia de Delicia), que se mantiene con la inercia del día y la compulsión de la noche, sólo es perforado por unas pocas ráfagas de vida que transcurren fuera de él. Los amigos, que también son sus prestamistas y desesperan por su encierro, le traen el recuerdo de viejas pasiones ya congeladas y confirman con sus noticias lo que ya sabía sin saber que lo sabía, así con el suicidio de uno, el asesinato de otra (el amigo que mata a su mujer). Las muertes se precipitan unas tras otras. Por su profesión de abogado, conoció las reglas de esos actos.

En " El arte de vivir en peligro ", Sylvie Le Poulichet, acierta cuando postula que el arte del peligro es la tensión suscitada por la investidura de la relación con el objeto desconocido. Sergio Escalante dice lo mismo sobre ese juego que es su vida "marcada" por el vértigo del juego: "todas las apuestas al punto y banca son apuestas desesperadas. La esperanza es un accesorio edificante, pero inútil. (...) la experiencia no se capitaliza. Cada destello de evidencia está separado de cada destello de evidencia por un abismo, y la relación que existe entre ellos permanece fuera del alcance de nuestro conocimiento. No quiero decir que no haya relación, sino sencillamente que no podemos conocerla. Digo que toda apuesta es desesperada, porque apostamos por un solo motivo: para ver. (...) tenemos curiosidad por saber cómo era, qué había oculto detrás en el momento qué apostamos . Si la realidad coincide con nuestra imaginación, tenemos como premio un montón de excremento: dinero"

El relato termina con premura (no con la misma que describe las apuestas), pero la acción es vertiginosa y el pálpito inesperado la empuja: luego de la agonía de un juego, finalmente "con trampas" y del que sale viril y airoso ("Mi abuelo sabía", le dice a Delicia), encuentra (¿inesperadamente?) esa misma noche, el cuerpo tembloroso de ella en su cama ("nos revolcamos hasta el amanecer"). El día que se inicia sigue inerte su curso. Nada en qué pensar, relee el octavo relato sobre Chic Young. Llama por teléfono al amigo que le trajo la noticia del asesinato. Espera diez minutos sin oír nada hasta que el almacenero vuelve para decirle que su amigo está en un velorio (en el de la mujer no pude ser, el entierro había sido un día antes, especula ). Parece que se trata de otro. El azar vuelve a meter su cola por una pequeña grieta y vuelve un poco menos fatídico el futuro por venir...

Por lo menos abre una escansión y da paso al tercer relato.

De Juan José Saer. Cicatrices. Segundo relato: "Marzo, abril, mayo"

Adriana Testa

 

[ Este texto fue elaborado en el marco de una lectura comparada (que se llevó a cabo en el Módulo de Investigación) de tres clásicos de la literatura: El jugador de Fiodor Dostoievsky, Bajo el volcán de Malcolm Lowry y Heridas de Juan José Saer, más El texto drogado (1997) de Alberto Castoldi, donde encontramos un modelo de lectura sobre la relación entre literatura y drogas. En el segundo relato de Cicatrices , la compulsión es por el juego, sobre el cual el autor hace literatura con un personaje dedicado a la escritura.

Las líneas aquí escritas no son más que un ejercicio que intenta inscribirse en la elucidación lacaniana sobre la relación entre lenguaje y goce]

 
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