A continuación publicamos la síntesis de la investigación que viene realizando Mariana Filippo( Delegación Río Gallegos del IOM(Instituto Oscar Masotta) dentro del Módulo sobre infancia del Centro Descartes.
El niño y el saber: Del amor a la angustia
“No hay cognición que no cueste algo de la libra de carne”. J. Lacan
Hace unos años, Eric Laurent dictó un Seminario sobre los tiempos de angustia( ) en el que destacó la tarea del psicoanálisis de separar la angustia como afecto crucial. Esta tarea iniciada por Freud sigue siendo nuestra responsabilidad pues la noción que nos formulemos de ella tendrá consecuencias en el tratamiento.
Si bien la angustia es un sufrimiento corporal, del que no se tiene representación, al tener una referencia al Otro, se la puede incluir en una retórica, esto posibilitará la implicación del sujeto, su responsabilidad.
Esto interesa especialmente en el tratamiento con niños quienes son traídos por su propensión a la angustia y su especificidad nos llevará, entre otras cosas, a determinar si hay que alojarlos en el dispositivo y si se trata de algo más que el pedido de los padres.
Conocer por amor y conocer por angustia
En dicho seminario Laurent propone una línea de investigación: “el conocimiento por amor no es lo mismo que el conocimiento por angustia”.
Considero oportuna una cita de Freud acerca de la educación de los niños:
“La educación se sirve del amor como recompensa por parte de los educadores y por eso fracasa cuando el niño mimado piensa que posee este amor en todos los casos y que pase lo que pase no puede perderlo”( )
Si bien Freud no se refiere específicamente al conocimiento, sino a la educación, nos orienta en nuestra investigación pues vemos que por amor el niño resigna cierta satisfacción autoerótica a cambio de un resarcimiento narcisista. Aprender por amor resarce del narcisismo perdido.
Igual explicación encontramos para la resignación de las heces. Es decir, con amor se dosifica el enfrentamiento con la realidad. El sujeto, al enfrentarse a ella, pierde algo pero lo recupera narcisísiticamente.
“Para el niño, la educación encarnada en los padres dosifica las exigencias de la realidad. La educación es un juego de vida pero ha de preservar al niño del enfrentamiento brutal con la existencia: educación es desplazar la satisfacción inmediata, aceptar cierto displacer para lograr un placer diferente. El amor como recompensa, una satisfacción inhibida en el fin de carácter sexual, representa ese placer en nombre del cual el niño aceptará el displacer impuesto”. ( )
La posible señal o indicio de angustia (displacer) emanado del desplazamiento de la satisfacción inmediata será restituído por vía del amor. Dice a continuación:
“En la resignación del principio del placer por el principio de realidad, si bien hay un placer de otra índole, el niño no sólo teme perder el amor en tanto satisfacción libidinal sino teme perder la garantía de estar protegido del mundo externo.”
¿De qué le sirve este amor al niño y por qué su predominio es preferible en este momento de la vida? Podemos entenderlo desde el lugar que tiene el niño en el deseo del Otro, un lugar paradójico. Pues este deseo es de un carácter traumático por la intensa excitación que genera.
“El niño soporta un amor que no puede soportar pero que sino lo soporta pierde el lugar, es arrojado a la indefensión. La vida del niño está suspendida del amor del Otro materno. Aquí la pérdida real de este Otro lo confrontaría con la angustia que es un peligro real”.( )
El peligro de indefensión primario es el punto de viraje que marca dos momentos en el estudio de la angustia en Freud que se pueden localizar de la siguiente manera ( ):
1916, Psicología de las masas: la identificación al padre es primaria y el padre como portador de la interdicción de la satisfacción total producía una regresión, la parte no satisfecha generaba angustia.
1926, Inhibición, síntoma y angustia: El desacuerdo con el mundo es primario. Aquí se sitúa la indefensión y la angustia automática. La no adaptación fundamental hace que después el padre funcione. Esta ausencia de representación primaria no designa la falta sino la posibilidad de que el vacío funcione como posibilidad, sin representante.
Avatares de la pulsión de saber
El impasse freudiano a partir de 1926 posibilitaría una nueva lectura sobre los destinos de la pulsión de saber planteados previamente ( ).
En “Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci” Freud propone tres destinos posibles para la pulsión de saber en los que el pensamiento queda afectado:
* la inhibición,
* la compulsión neurótica del pensamiento -del orden del síntoma-
* la sublimación.
La inhibición, llevada adelante por el yo, tiene como propósito evitar el desarrollo de angustia que podría aparejar la ejecución de la función. Pensar puede angustiar, de allí que la salida sea la inhibición.
Otra salida es el síntoma denominado compulsión neurótica del pensamiento. Esto ocurre generalmente en las neurosis obsesivas: el placer que habitualmente se halla en el contenido del pensar se desplaza al acto de pensar y es allí mismo donde se satisface. El resultado cognitivo es sentido como satisfacción sexual. El pensamiento convertido en cavilación atraería toda la energía que se transformaría en acción ( ). El pensamiento queda sexualizado, invadido por la duda, su síntoma principal, lo cual impide concluir en el acto. Freud lo denomina regresión del acto hacia el pensamiento.
Mientras que en la sublimación el pensamiento deviene acto, dispuesto a asumir el riesgo de la angustia, ya que no pasa por el camino del síntoma o la inhibición.
De la angustia al amor
En el seminario 10 Lacan aporta una nueva definición de amor ( ). No se trata del amor como lo que permite al goce condescender al deseo sino que amor y angustia se convierten en instrumentos del deseo.
Podemos graficarlo de la siguiente manera ( )
objeto causa-->deseo-->objeto meta del deseo
angustia amor
real semblante SI
no engaña engaña
¿En qué radica la particularidad del conocer por angustia?
La angustia toca lo real, no engaña como el amor o la metonimia del deseo pues no se deja significantizar, atañe al cuerpo de manera independiente del discurso, Es un resto real que no entra en relación simbólica con el Otro, es goce irreductible al significante, al principio del placer. Una respuesta que no eluda la angustia sino que busque una elaboración de la misma, sería un acceso certero del sujeto al saber y aparejaría un plus de saber.
En este sentido es pertinente la definición de Lacan acerca de la angustia como “la única aprehensión última de toda realidad como tal”( ) que da una vuelta a la noción de angustia señal en tanto la angustia deviene señal de lo real.
En la actualidad, nos encontramos con frecuencia ante casos en los cuales la angustia no funciona como señal sino lo contrario, niños invadidos de angustia. Tal como ocurre en los niños hiperactivos quienes se resisten a la mortificación del saber mediante la inmovilidad ( ). Estos casos contradicen la tesis freudiana acerca de la angustia en el niño por ausencia de la madre. Se trataría, en cambio, de fallas en la separación de un Otro materno que por su excesiva presencia no da lugar a la simbolización.
Esto nos hace pensar que para conocer por angustia, se vuelve necesario que ésta no sea masiva sino acotada, pues en dicha medida permitirá al niño posicionarse frente a ese real.
Mariana Filippo, Río Gallegos, julio 2007
Laurent, E: Los tiempos de la angustia. Facultad de Psicología UBA 24 y 25 de noviembre de 2004
Freud: “Los dos principios del suceder psíquico”
Freud: Contribución sobre el suicidio
García, G: La Otra Psicopatología
Laurent, E: Los tiempos de la angustia. Facultad de Psicología UBA 24 y 25 de noviembre de 2004
Freud: Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci
Freud: El hombre de las ratas. Tomo 10 pag.19
Laurent, E: Los tiempos de la angustia. Facultad de Psicología UBA 24 y 25 de noviembre de 2004
Seminario de Gerardo Arenas IOM RG junio de 2006
Miller, J A: Introducción al seminario 10.
Laurent E Entrevista Cómo criar a los niños Revista del diario La Nación