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Eva, la serpiente y el lenguaje.

por Myriam Soae
Marzo 2010.

“....los dioses son innumerables y cambiantes como las figuras del deseo del que son metáforas vivas” 1

Durante 1975, año del dictado del seminario El sinthome, Jacques Lacan enuncia en reiteradas oportunidades que fueron las mujeres las que inventaron el lenguaje. Las argumentaciones contiguas a dicha aseveración remiten en cada oportunidad a Eva, Javá, la primera que hace uso del lenguaje para dirigirse a la serpiente luego que Adán nombrara a todas las criaturas de la tierra.
“Aunque sea uno de mis sueños, se puede de todos modos formular la pregunta - ¿cómo inventó eso una mujer?” 2 Precisamente este sueño lacaniano orientó a Graciela Musachi a proponer la nueva investigación que dio a llamar “Sofistiquería, entre sofisma y sofisticación. Las mujeres y el lenguaje”
Este trabajo propone encontrar, por un lado, la relación entre Eva, la mítica mujer del génesis, y el lenguaje, siguiendo el relato bíblico a la letra y sus comentarios. Además, hemos iniciado un recorrido por otros textos de la literatura judía, de la mística judía, para rastrear la relación entre lo femenino y el lenguaje, camino que nos conduce a otras concepciones del Dios judío más cercanas a una idea de multiplicidad de potencias en el Uno, inclusive femeninas.
Es así que Eva es la llave.

1. Esa de lengua rápida y muy suelta
En el relato del Génesis la creación del hombre está duplicada: hay una primera creación en la que el hombre es hecho a la propia imagen de Dios, un ser indiviso macho-hembra, una especie de andrógino con dos caras. En una segunda el hombre es creado del polvo, ( Adam viene de Adamá, tierra) y es cuando Dios decide hacerle una compañera descrita como una ayuda en su contra, una ayuda opuesta, ezer kenegdó. A esta compañera Adám la llama mujer, ishá, porque fue sacada del hombre, ish, luego de enunciar “esta es por fin huesos de mis huesos y carne de mi carne”. Los comentaristas agregan “esta es la sin par”
La duplicación está marcada por la adjudicación al hombre de la función de nombrar, a partir de ese momento se constituye un ser de lenguaje y es cuando la división se hace patente con la creación de la mujer como alteridad.
El relato continúa con la llegada de la serpiente, el más sabio de todos los animales, que con astucia tienta a la mujer desmintiendo la advertencia de Dios acerca del árbol de la vida, si pruebas de este árbol morirás, y del árbol del conocimiento, se abrirán tus ojos y serán como Dios conocedores del bien y del mal. Eva se tienta con el fruto “deseable para lograr inteligencia”, el que permite el acceso al conocimiento divino y que al probarlo la homologaría a Dios. El engaño de la serpiente lleva a Adán y a Eva a reconocerse desnudos y a sentir vergüenza, siendo esta el signo de la instauración de una sexualidad humana, perdiéndose así tanto lo animal de aquellos primeros hombres, como lo divino. Es en ese momento que la mujer es nombrada Eva, Javá, la madre de todos los vivientes3.
Siguiendo a Graves en “Los mitos Hebreos”, es de suponer que el relato del génesis contiene vestigios de otros relatos acerca de dioses, monstruos y demonios, pero que con el fin de la instauración de ciertas normas reguladoras, esas figuras fueron suprimidas o disfrazadas de hombres y mujeres. Es así que Eva es identificada por historiadores con una diosa hitita y entre los griegos con la diosa Hebe, novia de Heracles. La diosa cananea estaba representada por una dama-serpiente. Por otro lado Lilith, como compañera previa de Adán, fue suprimida del texto bíblico, solo recordada en relatos midráshicos, como habitante de ruinas desoladas, condenada por su promiscuidad sexual.
El relato del génesis en el libro Zohar permite rescatar los rasgos de divinidad de la primera pareja humana, el texto pone incluso énfasis en las otras compañeras de Adám llamadas inspiradoras de deseos.
Eva demuestra ser un traspié, como lo indica la equivocidad de la palabra tzela, que significa tanto costilla como tropezón en hebreo. La serpiente, con su particular retórica la conduce a hablar, siendo así la primera que inicia la articulación de la palabra, que sostiene un decir.
“De este modo, la creación llamada divina se redobla con el parloteo del parlétre, como lo llamé mediante lo cual l´Evie hace de la serpiente lo que me permiten llamar la frunce- culo, posteriormente designada como falla o mejor, como falo - puesto que hace falta uno para instaurar el no hay que” 4

2. Figuras de lo femenino en la mística judía
La tradición mística judía se inicia en el período talmúdico, siglo I –II, como portadora de un saber acerca de otras experiencias de la divinidad que las legalmente establecidas por la autoridad religiosa. A este primer período se lo denomina pre-cabalístico.
El florecimiento de la Cábala, literalmente tradición y recepción, se produce en el corazón de la Europa medieval con la publicación y difusión de las interpretaciones de aquellos primeros textos y la creación del Zohar, libro del esplendor, cuyo simbolismo está determinado no sólo por el bagaje judío sino por las influencias de lo externo, el gnosticismo, el platonismo, el neo- platonismo. Por este motivo existió una tensión entre el judaísmo rabínico y la tradición mística.
Para G. Scholem un místico es aquel al que se le concede una experiencia inmediata y sentida como real de la realidad última. Esta experiencia es indeterminada e inarticulada.
A diferencia de otras místicas en la judía no hay testimonios autobiográficos. El místico reencuentra su experiencia en el texto sagrado y solo dice de ella a través de su interpretación. Es así como transforma y altera el sentido de la tradición. Esta exégesis, que tiene carácter de clave, posee dos aspectos característicos que se contradicen o se complementan, su carácter conservador y revolucionario, ya que se redescubren las fuentes pero se vuelca un nuevo sentido y se pretende crear una nueva autoridad que repose en la propia experiencia. A partir de este punto de disolución, el místico busca de nuevo el camino hacia la forma, camino que lo conduce hacia los otros.
El libro de la creación, sefer yetzirá, que data del siglo II o III y que posee una importante influencia griega, es el primer texto de la literatura judía en el que aparece una concepción del lenguaje, siendo las letras y los números los instrumentos de la creación, llamados los 32 senderos de la sofía. Este libro es el texto más antiguo de carácter especulativo que se posee en hebreo. Aquí los diez números, llamados sefirot, son los poderes fundamentales del orden de la creación y las 22 letras consonantes son los elementos que constituyen todo lo creado.
Las sefirot implican a la vez una concepción de la divinidad propia de la mística como un despliegue de potencias y modos de actuación del Dios vivo. La sefira diez llamada Maljut abarca todas las potencias precedentes, es el tránsito al mundo de la creación y es la que porta las representaciones de lo femenino. Es la presencia de Dios en el mundo designada como Shejiná.
Sholem afirma que este elemento femenino de Dios, o podemos permitirnos pensar Dios en femenino, es uno de los pasos más pródigos, más osados que ha realizado la Cábala.5 Acerca de esta esfera de lo femenino se sostiene que6: 1)Es el lugar del alma, lo que implica a la vez su ambivalencia ya que como alma posee rasgos horrendos 2) es puramente receptiva ya que “nada posee de sí misma”, se representa como una vasija y como piedra preciosa (en el Talmud el alma se compara con una perla) 3) Representa la potencia enjuiciadora, por lo tanto es el origen de la culpa y del mal 4) Esta relacionada con la noción de exilio, “algo perteneciente a Dios mismo se ha exiliado de Dios” 5) Se la nombra sabiduría divina 6) se revela sólo a los iniciados en los textos místicos 7) es la esfera del lenguaje ya que las 22 letras se mueven en ella.

3) Aproximaciones
Para el místico la revelación del lado femenino de Dios se produce mediante un uso particular del lenguaje que pone en práctica mediante su interpretación. Como sostuvimos anteriormente, el cabalista tiende a decir acerca de una experiencia inmediata y sentida como real sin cerrarla en una significación, sin poder nombrarla, solo en la articulación de la palabra aquella experiencia resuena.
Por tal motivo se puede pensar que es una experiencia que roza con ciertas figuras del deseo, mediante una sucesión de lenguaje articulado busca tocar algo de esas metáforas vivas del deseo, o sea las divinidades, no excluídas sino ocultas bajo las figuraciones del Uno.
Cuando le preguntan a Borges acerca de su interés por la Cábala responde que no se trata de una creencia lo que lo conduce a esos textos sino que “es la utilización de la idea... el aprovechamiento de las oportunidades literarias o líricas de esa idea” En ese sentido hay un aprovechamiento Lacaniano del mito del génesis, de la figura de Eva como condensadora o portadora de otros ecos de lo femenino y su relación con el lenguaje, que hemos comenzado a rastrear.


 
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