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Síntoma y nombre del padre

-Adicción en clave de psicosis-

Enrique Acuña

 

1-Psicosis y adicciones: el momento clínico de nuestra época

       El psicoanálisis es una teoría de su práctica, es decir que su doctrina avanza según los  problemas clínicos que se captan y  viceversa, su práctica depende del momento de su teoría. Así dentro del Campo Freudiano, en los años 80 un libro de Jean Claude Maleval, Locuras histéricas y psicosis disociativas, llamó la atención de los analistas sobre el fondo histérico de casos que se diagnosticaban como psicosis.  Se trataba de responder al  auge del DSM y a la psiquiatría del fármaco que disolvía la histeria en nuevas clases de trastornos y síndromes inespecíficos (su consecuencia era, en USA y al decir de los franceses,  histéricas internadas como esquizofrénicas)

      En el comienzo del 2000 este “paradigma histeria” se ha invertido ahora hacia el “paradigma adicciones”, lugar dejado vacante por las perversiones en un movimiento clasificatorio estructuralista planteado por Germán García en su comentario sobre Los Inclasificables.1 A la vez aparecen una serie de casos de psicosis no típicas, que aumentan en su frecuencia estadística y que se escapan a las clases tradicionales.     

     De modo que en los últimos cinco años la edición en nuestro país de al menos cuatro libros importantes –Los inclasificables..., La psicosis ordinaria, en el 2003, que son conversaciones y debates de las secciones de orientación lacaniana en Francia en 1998/99 con las intervenciones de J.-A.Miller y dos libros de J.C. Maleval –La forclusión del Nombre del Padre –2000- , y Lógica del delirio- vuelven a situar el interés por la búsqueda del detalle  en clave de psicosis que concluye pragmáticamente en una ampliación de su campo clínico (sopesando de nuevo el diagnóstico como promesa de una brújula de la cura) Es así como podríamos afirmar que los analistas encuentran hoy más problemas clínicos que renuevan su práctica en el campo de la psicosis y en las adicciones.

      En este contexto que es un estado de la teoría, se debe sumar cómo se presenta el malestar en la cultura en “la época del Otro que no existe”. Inconsistencia que consolida a la modernidad más como una economía de mercado que una explosión de saberes y que ofrece productos imaginarios que genera a su vez una sociedad de consumidores. El impasse de la civilización dispone no sólo de actualizaciones teóricas sino también  objetos técnicos que se ofrecen como nuevos diseños de sustancias de goce.

  Con ese horizonte Adriana Testa propuso este año la investigación del módulo Consumos fatídicos en torno a la clínica de las suplencias y los modos en que el significante “droga” con sus múltiples usos de farmakón (dosis remedio-veneno) puede incluirse en diferentes estructuras. Esto se emparenta con el organismo ya que la sustancia que se incorpora a un cuerpo transforma su percepción, trastocando el placer y el dolor en otra satisfacción, generando un circuito de goce que reorganiza para cada caso las funciones de los órganos incluido el lenguaje.

 2-El Síntoma y el nombre del padre

      El síntoma freudiano es diferente al síntoma lacaniano. Freud subrayó la perspectiva optimista del síntoma en la neurosis como interpretable en la medida que su formación dependía de un conflicto de lo reprimido. Eso retorna bajo una forma disfrazada por sustituciones, cambio de una representación como de un afecto.

    Hecho de palabras,  el síntoma es la prueba de existencia de la hipótesis del inconsciente. Sin embargo la raíz pulsional lo lleva a pensar en lo incurable como reacción terapéutica negativa y como persistencia de un sufrimiento ambiguo, el que persiste como durable en la repetición.

    Lacan subrayó esta doble sustitución en términos de metáfora significante y mensaje de sentido por un lado,  y al final de su enseñanza el aspecto de goce que encierra el síntoma al punto que su naturaleza de conflicto y problema puede pasar a ser una solución.

    La escritura del síntoma como mensaje que sustituye un sentido y un goce, en los años 50 se escribe como piso inferior del grafo en significado del Otro, s(A), por retroacción. El significante del Nombre-del-Padre es privilegiado por dar función de significación, siendo entonces la sustitución como metáfora paterna la entrada en la neurosis.

3-Clínica lacaniana, dos  formalizaciones:

 

a) estructural,  discontinua,  conceptual

b) borromea, elástica, continuista

 

      En los años 50 Lacan utiliza –en el Seminario 3 Las Psicosis y en La Cuestión preliminar... - la oposición Neurosis-Psicosis siguiendo un operador de estructura que funcionan “con o sin” el significante del Nombre del Padre, NP, usando una causalidad estructural de la forclusión para la psicosis. De ese modo la estructura del desencadenamiento se relata a partir del paradigma paranoico de Schreber que sigue una coyuntura sincrónica –la de ser nombrado juez y el encuentro con Un Padre –el Dr. Flesching- como significante en oposición simbólica que abre un agujero en la estructura. La función fálica abolida queda escrita, en el esquema Rho, como Phi mayúscula cero.

      Recordemos que la evolución del caso Schreber sigue cuatro momentos: 1-frente a una significación enigmática sigue 2-la perplejidad inicial, luego 3- la elaboración delirante, para finalmente estabilizarse en 4-la sutura megalomaníaca.2

El diagnóstico se funda en los trastornos del lenguaje –fenómenos elementales- que son efecto de la falla simbólica, la ausencia del NP que será sustituida en el delirio estabilizador.                   

A partir de los años 70, en el Seminario 23, el esquema cambia al unir el goce del fantasma con el sentido del síntoma en el sinthome. A su vez ya no hay un solo significante sino varios que funcionan como NP capaces de limitar un punto de capitón y dar significación.

5-Los nombres y las suplencias -enganche y desenganche (entre sentido y goce)-

      En la entrevista realizada a J.C. Maleval por Mario Sánchez, publicada por el Murciélago Nº 14 bajo el titulo Particularidades del uso de drogas en las psicosis, se distingue la identificación al toxicómano (ser imaginario) de la función del producto (efectos perceptivos del lenguaje y corporales).

El autor no piensa que todo uso de drogas pueda funcionar como suplencia en una psicosis. Puede, mas bien, ser la coyuntura para liberar un goce ilimitado en el cuerpo que desencadene la psicosis. En otros casos sin embargo puede crear un cierto imaginario productivo, o entrar en ciertos grupos sociales,  que permita construir identificaciones estabilizadoras.

    Para Lacan, dice Maleval,  la suplencia tiene algo riguroso que no se da siempre. Debe al menos tener tres caracteres:

1-     se trata de una invención del sujeto ,

2-     permite atemperar la invasión del goce otro y

3-     guarda siempre una marca con la huella de lo que suple.

    Esta es una definición estricta de suplencia. Mientras que las identificaciones imaginarias del yo, siguen en la línea de las personalidades como si que Lacan leyó en Helen Deutch3, “compensación imaginaria del Edipo ausente, que le hubiera dado la virilidad”, es decir son transitorias y remiten a restituir la significación fálica. Entonces la estabilidad logra da en el “yo soy adicto”.

    Hugo Freda presenta esta identificación  como, “la droga es el punto de referencia que nombra una práctica (la toxicomanía) a partir de la cual se crea un personaje (el toxicómano) que por su hacer crea un “yo soy” que le permite escapar a las  obligaciones que le impone la función fálica”: El aphligido, dice neológicamente  Lacan, utilizando -entre el phi y afligir- es el que debe mantener su virilidad y donde “su ostentación viril parece ridícula”, eso al creerse propietario fálico, lo angustia.

    Entonces, hay transformaciones que causan la sustancia en los 3 registros: 

1-Real: en el organismo  biológico, a nivel genético o cerebral, el lugar donde actúan las drogas, los estupefacientes pero también las neurolépticas que provocan efectos paradójicos y similares a algunas drogas “ilegales”. Hay una doble interacción a nivel de la presentación del síntoma (formatos de “psicosis confusionales”, estados oniroides que parecen intoxicaciones) como a nivel de la acción cerebral (alteraciones de la dopamina, por ejemplo)

2- Imaginario: efectos en el registro del otro semejante y en lo social –usos para potenciar el encuentro con el partenaire sexual- puede ir desde al disolución del yo en los estados oníricos, como a un refuerzo en la vertiente social, afrontar lo apremiante–incluso usarse para aumentar la eficacia laboral. También hay un uso ocasional muy diferente a la dependencia. Experimentaciones de la voluntad para conectarse a lo pulsional, como una búsqueda de satisfacción ilimitada.

3-Simbólico: el de la palabra. La droga puede funcionar atemperando los pensamientos,  detener la proliferación de pensamientos, o la inversa exacerbando el disparo de los fantasmas. Las distintas drogas no son equivalentes, hay efectos muy variables y distantes: no es lo mismo el alcohol que el LSD o la cocaína a su pasta base.

De modo que Maleval concluye que hay una función compensadora del tóxico al atemperar la angustia del automatismo mental,  pero no sería una suplencia del NP sino un “yo soy...”  un nombre del yo, como identidad  que funciona como referencia social, pero no es un nombre propio.

    Si “el toxicómano no existe” -como dice Markos Zafirópoulus- es decir no es una estructura sino que es una conducta o una práctica del goce que anularía el inconsciente –un cortocircuito del Otro-, por contragolpe, crea un personaje –en el nivel del yo- que es retroactivamente nombrado en lo jurídico por ilegal, lleva a describir una conducta clandestina o delictiva y sus prejuicios.

    De modo que en la neurosis se puede pensar la adicción como múltiple y como una  “formación de ruptura” (Laurent), que encaja con la definición de droga dada por Lacan en 1975 como lo que rompe el casamiento del sujeto con su goce fálico, esto es su conexión al otro sexual. Pero no es esto así en la psicosis donde puede estabilizar si logra localizar  y reducir los pensamientos impuestos ya como alucinación auditiva o como automatismo mental.

    En La psicosis ordinaria Miller distingue la extraordinaria psicosis de Schereber -de otras más simples, no floridas, que llama ordinarias. Son aquellas presentaciones simples que se confunden con la media, incluso socialmente adaptados. Y las describe  así: “son las psicosis compensada, suplementada, la no desencadenada, la medicada, en terapia, en análisis, la que evoluciona, la sintomatizada”4.

    Esto extiende el campo de las psicosis, facilita su diagnóstico y plantea una clínica continuista, donde el sujeto puede no ser clínicamente psicótico pero mantener finos elementos de trastornos del lenguaje o des-localización del goce en el cuerpo.

    Podemos encontrar psicosis en otros lugares que no encontrábamos. Ya no es una clínica basada en la forclusión del NP con la clásica ruptura temporal de una vida, de un antes y después,  sino de modalidades de hacer puntos de capitón –nombres- con otras  muletillas, nudos del sinthoma. Estos arreglos son débiles y deben ser buscados en detalles nimios, pero donde  se reserva la sorpresa de su invención. (Ejemplo Joyce no era un psicótico clínicamente- el se inventó un modo neológico en la escritura)

    Es una clínica elástica donde se observan mas bien casos raros donde se presentan desenganches y reenganches del sujeto con el Otro, momentos que logra anudar el goce a un sentido y otros de desenganche de puro sin-sentido.

6-Los desenganchados del Otro

    Luis Polo y José Chaín5 del Instituto Oscar Masotta Corrientes-Chaco presentaron la clínica comparada de dos casos de adicción a marihuana y alcohol con diagnóstico de psicosis demostrando dos modos de estabilización y arreglo vía la droga.

    El primer caso se trata de un desencadenamiento en el que persisten signos de automatismo mental, la toxicomanía fracasa en constituirse como suplencia.

      Un joven aislado con fenómenos elementales claros, el consumo dispara fenómenos corporales de goce. Además de pensamientos impuestos bajo la forma alucinatoria: cree que la gente habla de él en la calle, sale vestido de mujer a la noche. Prefiere el silencio y no habla. Tampoco puede estudiar y seguir el Ideal  materno, es internado sucesivamente. Concluye el analista que en este caso “la adicción a la marihuana, ser un adicto, es un intento de suplencia que fracasa en la posibilidad de constituirse en un sujeto que habla y estudia, el goce de la toxicomanía queda subsumido al Otro goce.”

    El segundo caso se trata de una psicosis con desenganches sucesivos frente a la emergencia del Otro como enigma que provoca perplejidad, la droga ahí es eficaz para lograr un nuevo enganche a la palabra.

    Hipólito tiene 28 años, consume alcohol en forma ocasional y marihuana diariamente, al igual que tranquilizantes para poder dormir.

Se considera un depresivo, fue tratado como tal por un psiquiatra. Necesita consumir para estar más “conectado”, sus padres se preocupan porque abandonó la carrera de contador apenas iniciado los estudios, después intentó estudiar filosofía y letras y diseño gráfico con igual resultado.

    Su hermana mayor, una esquizofrénica con evidentes signos de automatismo, se suicidó hace unos 10 años. Relata este acontecimiento sin mostrar ninguna emoción, aunque le provocó un profundo cambio, dejó de ser un alumno brillante, no estudió más.

En su familia paterna los nombres de los varones son puestos por el padre en honor a líderes de un partido político, a Hipólito esto le es indiferente.

    No se lleva bien con su padre, lo considera un autoritario. Todos los días concurre al estudio contable para pedirle plata. (...)Dos veces intentó golpear al padre, la primera ante su insistencia para continuar la carrera, la segunda en el estudio contable.

    (…) Nunca tuvo relaciones sexuales, está enamorado de una chica a la que ve sólo casualmente y a la que nunca habló.

    En cada entrevista trae un libro de un autor diferente, como Baudelaire, Camus, Henry Miller, (...).Dejó al psiquiatra porque en un momento, que no puede explicarlo bien, sintió que sabía incluso sobre aquello de lo que no había hablado.

    La decisión de abandonar el tratamiento con el psiquiatra es producto de una confrontación con un goce del Otro que le resulta enigmático y que le provoca angustia. Se produce el desenganche del Otro (…). En Hipólito hubo dos desenganches anteriores: el primero es cuando se suicida su hermana, pasó de ser el mejor alumno de la escuela a abandonar prácticamente los estudios y volverse un ermitaño. El enganche era ser un muy buen estudiante, al igual que su padre (…).   

    El segundo desenganche es cuando el padre comienza a estudiar las materias junto a Hipólito, momento que culmina en el intento de golpearlo. La cercanía del deseo del Otro, produce angustia y lo devuelve a su ser ermitaño: introversión, encierro en su habitación y al consumo de marihuana.

    El tratamiento actual es un nuevo reenganche, esta vez a instancias de su madre. Se puede decir que Hipólito conserva del Otro su gusto por el rock y las lecturas, lugar al que es convocada la palabra del analista (…).

    Lo que se sitúa en la observación del caso es el significante “lecturas” que reenvía a la palabra del Otro, posibilidad de encontrar ahí un sutil arreglo a los momentos de corte.  Demuestra que un caso es lo más irrepetible de nuestros relatos siempre que se construya entre el saber de un sujeto y la hipótesis del analista por fuera de todo juicio previo.

    Lo que cae del paradigma –caso- es la diferencia con cualquier costumbre de un individuo, aun de aquellos que se llaman  “bajo influencia”.

    Concluyendo podríamos decir que el  psicoanálisis se encuentra cada vez más con las adiciones en el cruce con las  psicosis. También ahí con su sujeto, como ya nos referimos en otro estudio, se puede usar el objeto  droga como un comodín6 para una jugada cada vez diferente.-

Notas:

1 García, Germán: D’escolar. Ed. Atuel-Anáfora, Bs As. 2000, página 152.-

2 Maleval, Jean Claude. La forclusión del Nombre del Padre. Ed Paidos, Bs As., 2002, página 18.-

3 Lacan,  Jacques. Seminario III, Las Psicosis, página 275.-

4 Miller, J.-A., y otros. La psicosis ordinaria. Ed. Paidos, 2003.-

5 Psicosis y toxicomanías: desencadenamiento y desenganche, artículo publicado en la revista Freudiana 46,  Barcelona, 2006.- 

6 Comodín homólogo al significante de la fobia, en Los hijos de Juanito. Artículo publicado en revista Perspectivas Nº 20, Asociación de Psicoanálisis de La Plata, 1998.-

 

 
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